Gracias.
Las pistas de Blue
Octubre trae competencias y ya nada casi a mi ritmo, su cuerpo empieza a
marcar los cuadritos del abdomen, se le ve buen paquete. El entrenador nos
fuerza y definitivamente la juventud se empieza a imponer, nadar de mariposa me
mata y él lo hace de maravilla. Agarro aire en la punta del carril haciendo
bucitos y, claro, aprovecho para admirar su cuerpo bajo el agua, su humanidad
estirada, sus músculos tensos, su abdomen lampiño rematando en su paquetito
atractivo. La vuelta de campana me deja ver las buenas nalgas que le están
formando. No mames, le digo al entrenador, ya no le puedo seguir el paso. A esa
edad traen toda la leche adentro, lo dice de una manera tan evocadora que
decido tomarlo como una pista más. Blue, Blue, hoy te dedicaré la puñeta más
cachonda del día en las regaderas.
Noviembre mueve mis horarios y los de él, coincidimos en los vestidores,
empieza a refrescar y ya somos menos nadadores, menos por el hecho de que en
las regaderas no hay agua caliente. He salido de bañarme y me lo topo sentado
en las bancas, me saluda sonriendo y me dedica una mirada de arriba abajo,
siento que me acaricia el cuello con mis gogles puestos en él, los pectorales
que ya me dejan nadar de mariposa más de quinientos metros, el abdomen que se
refuerza con cada patada de delfín, los muslos que me traen en la bicicleta,
las pantorrillas que me llevan a Chipinque cada fin de semana. Lo sé, me está devorando con sus pupilas y su erección me
empieza a saludar. Lo complazco y me quito la toalla delante de él con una semi
erección. Responde en seguida y mientras uso la toalla que me cubría para
secarme el cabello me doy la habilidad para observar el ensanchamiento de su
pene. Se ha quitado la licra mostrándome su pubis y un buen trozo de carne a
punto de cobrar más vida. No puede saber que le estoy viendo su tesoro con mi
toalla en la cabeza. Repentinamente dejo de secarme y la coloco en la mesa
donde ponemos las mochilas. Lo he sorprendido mirándome la verga a medio
erectar, se pone sus boxers aguados que mal disimulan su incipiente erección,
un shorts apresurado y los tenis sin calcetas. Un “hasta mañana” sonrojado es
su despedida. Que bueno estás Blue; tú y tus pistas.
La segunda semana de diciembre se ha llevado más gente y nos ha traído
un regalo adelantado: los clavadistas. Desde la orilla de los carriles vemos
esos cuerpos deliciosos formados como producto dietético: cero grasa, sólo
proteínas: Puro músculo. Tienen alrededor de la edad de Blue pero se lo llevan
en musculatura por bastantes cogidas que yo sí les daría. Seguimos nadando. La
suerte y no otra cosa, nos deja terminar nuestros tres mil quinientos metros
unos instantes antes de que ellos acaben su rutina de clavados. Coincidimos dos
nadadores, dos clavadistas y dos adultos de la tercera edad en los vestidores.
La siguiente pista: A Blue se le hace agua la cola nomás de verlos. ¿Qué cómo
lo sé? Fácil, a pesar de que ambos clavadistas parecen tener cuerpo de delfín
uno está muy chaparrito y se ve… digamos que curioso, es el primero en irse.
Después los dos ruquitos y nos quedamos los tres. El clavadista tendrá la edad
y estatura de Blue, es sólo músculo por donde lo veas, cuello, brazos, abdomen,
esas líneas musculares que se le meten al traje de baño al lado del ombligo,
las muñequeras delatando los putazos que se da al entrar al agua. Una delicia.
Pero no sólo lo veo a él, también observo a Blue que no le puede quitar la
vista de encima, se sienta en la banca y se quita la licra colocando la toalla
sobre su regazo mientras la detiene con los dientes, le veo los pelitos
púbicos; se le nota el palito parado, coge
sus boxers aguados y se los mete sin ponerse de pie y sin quitarle la vista a
Clavadista. Aquel se ha dado cuenta y nos deleita mostrándose completamente
desnudo. Una delicia que erecta mi falo. Me pongo de pie y le muestro lo que ha
provocado, toma su toalla y parece que lo que le muestro le causa el mismo
efecto, esos roces lentos y vicariales con las toallas entre él y yo deleitan a
Blue. La cosa se ha puesto bastante gay y a Blue lo llama su mamá desde afuera
del vestidor, torpemente se termina de medio vestir y sale apresurado, ese
repentino reconocimiento de erecciones hace que Clavadista también se vaya
rápidamente. Una pista más que me la ha puesto dura.
La tercera semana de diciembre, y última del año en que vendremos a
nadar, será nuestra despedida. Pienso que extrañare a mi motivación. Hoy
terminó después de mí. Me estoy rasurando en los lavabos vistiendo sólo mi
toalla. Veo que entra y no me ha visto, ha de pensar que estoy en alguna de las
regaderas por el agua que se tira en la que no cierra bien. Sin hacer ruido
termino de enjuagarme y me cuelgo la toalla al hombro y me dirijo desnudo hacia
donde está. Sorpresa, está con los ojos cerrados oliendo mi traje de baño y sobándose
el paquete. Oh. Mis tripas sienten el baño de adrenalina y mi pene el de
testosterona. Estoy erecto. Abre los ojos y le sonrío mientras le muestro mi
verga endurecida. Responde al instante. Me acerco y junto ambos falos después
de bajarle lo necesario la licra, estamos ardiendo. Me soba los pectorales y me
pone los labios con sus ojos cerrados para que le plante un beso. Lo beso, y cargado
lo meto a la última regadera. Es listo, ha cogido ambas toallas y la primera la
deja en el penúltimo cubículo y cierra esa puerta. La otra en donde nos
encontramos mientras también cierra la puerta. Faje a morir, besos que nos estuvimos
aguantando desde que nos conocemos, puñetas que nos dedicábamos en estas
regaderas sin estar mutuamente presentes. El agua fría no nos quita lo
caliente, lo he colocado hacia la pared y me he agachado para dedicarle un buen
beso negro, le separo las nalgas y ahora entiendo las escapadas del entrenador
y aquella su alegórica frase: Toda la leche adentro. Ja. Cabrón. Por algo lo
decía; sonrío mientras veo correr un chorrito de semen de ese culito lampiño, te
acaban de coger, putito, pienso mientras me lleno la boca de agua y se la
escupo en el orto para que se quite las huellas de aquel cabrón. Mi lengua nada
de crawl en ese chapoteadero. Gime despacio y el agua amortigua los sonidos. A
la verga digo y le doy. Lo he clavado sin misericordia ni lubricante, Lo sé, le
dolió pero a ambos nos vale madre, se mueve como toda una niña, se clava mi
falo y me siente dentro. Lo empíno y no dejo de ensartarlo por un instante,
nuestra condición física se demuestra cogiendo, es la cogida más intensa que he
dado… en estas regaderas. Me siento en la banquita de madera que está en el
cubículo y él sobre mí, Sentones de Blue y clavadas mías son la combinación
perfecta para que su leche vuele a la pared de la regadera y que mi dotación de
semen le inunde el culo. Nuestras agitadas respiraciones, igual que en la
alberca, no tardan en recuperar su normalidad. El grito de mami suegra lo llama
y corre a vestirse. Me quedo sentado con mi verga semierecta bañada en leche. Espero
verlo el próximo año de la misma manera.Trabajo cumplido.
y vos harás el rol de señora bien
o puedo ser tu violador
la imaginación esta noche todo lo puede”
Metro Sexual.
¿Qué camión esperas? El 21. Ambos lo sabemos: acaba de pasar. Sonrisa interna.
Laurel
Botarga
Es delicioso ver a la visita andando en pelotas por toda tu casa ¿O no?
Hay mil maneras de hacer contacto: por feizbuk, teléfono del trabajo, mesenyer, twiter, nextel, manjut, badú, metrofotosexyflog, meco, celular, blogs, pero nada como hacer contacto en la vida real.
Sé que no tengo edad ni hijos para andar en fiestas infantiles, pero tengo amigas que tienen hijos en edad de hacerles fiestas infantiles, así que más por quedabien que por ganas me dirigí a Plaza Sésamo, al salón de uno de los monigotes que salen ahí. Las consabidas rutinas en playback para que nadie tome la iniciativa de salirse del guión. Aburrido. Los personajes sin chiste en esketch sin gracias: Megaburrido. Los concursos con un animador jovencito con un megaculo pintado en sus pantalones azules apretados. Interesante. El baile de raegeton entre la finalista y él mismo. Cachondo. Mi ceja se ha levantado y mi erección también. Contacto visual.
Se ha dado cuenta que me lo como con la mirada, de un salto da la espalda y menea el culo desaforadamente mientras avienta las manitas en un perreo fenomenal, me ve por el reflejo del vidrio de la puerta, esa sonrisa ensayada, ese meneo practicado en el cuarto de baño y seguramente presumido en algún antro gay, ese culo, ese culo. Bingo, esa sonrisa me es dedicada. Contacto cabrón.
Viene la servida del pastel, supongo que el departamento de personal sabe categorizar a sus empleados; los menos lindos, de meseros; los pasables de ambientadores, los cogibles de animadores. Claro, no se salva de servir refrescos y partir el pastel, de aquí soy, me digo y actúo. Disculpa, digo mientras me le acerco por atrás y le doy un leve rozón con mi erección disimulada, ¿me podrías servir un pedazo más grande –aquí va el empujón– de pastel? Se agacha para alcanzar la palita mientras dice sonriendo y empujándome con el culo “Claro”. Contacto físico.
Regreso a mi lugar, se pierden los contactos por un rato, se organiza lo que sigue y aparecen las botargas. Brincan, bailan y recorren el recinto. El final del acto: Beto pasa muy cerca de mí y, despistadamente mientras Enrique amarillo hace su desmadre y todas las miradas están en él en el otro extremo del salón, me aprieta los webos con la manota anaranjada. Una servilleta ha caído. Contacto virtual.
Bien, es la segunda vez que viene a mi casa. Ya se siente cómodo, no como cuando lo encueré por primera vez que ni siquiera quería quitarse la ropa. “Así mámamela”. Ya aprendió que la ropa estorba y que es mejor chuparle el culo completamente desnudo. Tiene veintiún años pero se traga más de un lustro. También ya se traga mi verga. Hoy llegó temprano y le he dicho que se siente en mi computadora mientras termino algunas cosas. Accede gustoso ya que le he dejado mi disco duro lleno de joyas pornográficas bien categorizadas. No sé por qué, pero me imagino, escoge los videos de pelados maduros con morritos inocentes. Bien.
Una vuelta a mi despacho y se soba el bulto. Voy al estudio, hago llamadas. Otra vuelta por unos papeles y ya se esta masturbando. Me hinco y se la chupo un poco mientras ve la pantalla. Sabemos lo que nos espera. Más llamadas. Regreso y lo desnudo, fuera playera, tenis, calcetines –el piso está limpio–, pantalón de mezclilla, sigo hincado y me deleito mamándole las bolitas de carne. Él se deja querer. Más llamadas. Lo veo pasar a la cocina tan desnudo como erecto, va por agua y deleito mi vista usando el teléfono inalámbrico, sí, sí, claro, como diga. Regresa a la computadora pero en el camino se entretiene bajándome el cierre y dándome un anticipo de una excelente mamada. Sí, puedo hablar normalmente por teléfono mientras se comen mi glande. En los huevos no, porque gimo. Va a ver más videos. Termino de llamar, de momento, y de desnudarme. Está en frenesís, lo agarro de la mano, se la pongo en mi verga y sin poner resistencia ni perder detalle come falo mientras ve porno. Genial.
Se levanta y deja mi verga ensalivada, sin decir nada sé que se dirige a la recámara, antes de seguirlo admiro es culo lampiño y exageradamente bien formado. Yo sí le doy. Otra vez. Lo sigo.
Sabe dónde están guardadas las películas originales, sé cual va a poner y la pone, a este niño lo que le excita es el sonido por lo que le bajo el volumen. Sí, soy cabrón. Se pone de perrito, baja la cabeza y con una mano separa una de sus nalgas, quiere que coma culo. Va. Mi deporte favorito ha empezado, ya sabe que se siente bien y el solito se abre el hoyo, mi lengua lo orada, gime leve, le beso los webos, le chupo el falo, me pongo de frente y le doy la mía. Come, hasta el hueso, besa mis bolas, no deja de ver la pantalla, le ensalivo el culo con el índice y se acomoda a lo que viene. Va.
Decido entrar con firmeza y sin miramientos, justo en ese momento subo el volumen y los gemidos de la película se pierden con los de él. Se cachondea con todos los sentidos, se mueve, se retuerce, se lo dejo ir. Lo gozamos más que los actores porque nosotros no actuamos, eso gritos son fielmente producidos por mis empujones, ese sudor se mezcla con el de mis manos, me pide que nos cambiemos de lugar y baja una pierna al suelo, lo sigo conmigo dentro, baja la otra y se pone de pie, le sigo dando machín y se estira cuan largo es. Señala una de las sillas y caminamos hacia ella. Sí, me lo estoy cogiendo parado. Y caminando. Toda una exquisitez.
Hemos llegado a la silla, se hinca en ella y siente en ese acomodo como mi falo sigue en sus entrañas, sus brazos sobre el respaldo y a unos cuantos empujones el bien sabido y conocido dicho de los pasivos principiantes: “Ay, ya me vine”. Y sí, ciertamente la silla ha quedado con las huellas de su eyaculación, grandes y gruesas gotas de leche bajan por el respaldo, han caído al asiento y empiezan a rodar al suelo. Me hace gracia, es la décima vez que se la meto en las tres veces que nos hemos visto. Ya aprenderá. Le digo que iré a terminar las llamadas mientras él termina de ver la película. Sé que le gusta varias veces. Al menos en todas las dos que ha venido. Seguiremos llamando.
Sorpresas.
“La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”
Viajar en auto a pleno mediodía por esta ciudad de mierda a veces tiene su recompensa. Su inesperada recompensa.
Para tener suerte en la putería debe estar atento. Así vayas en auto a sesenta kilómetros por hora en las vías rápidas de la ciudad, digamos… Morones Prieto. Si prestas atención verás gente esperando su camión o algún acomedido aventón. Paso demasiado rápido pero lo veo: pelo lacio, mochila al hombro, cara de cachondito que bien vale la pena dar la vuelta en “U” y pasarle por segunda vez más despacio. Hay más gente en la misma parada, nos veríamos muy putos si sólo me detengo y él se sube. Segunda vuelta tercera pasada. Es listo y ha captado perfectamente, se ha puesto más adelante de la gente, con toda la disposición en la mirada y espero que en el culo también.
Va a la prepa 2 así que me queda de paso, aprovecharé el camino para hacer la invitación que, oh, sorpresa (la primera), es aceptada sin ambages. Vamos a mi nueva oficina casi en el centro. No hay más muebles que un abandonado sofá que dejaron los inquilinos anteriores. Eso servirá. De hecho ya sé que sí sirve.
La oficina está junto a una constructora, es viernes por la tarde y muchos trabajadores hacen fila esperando su paga. Se cruzan por la puerta de mi oficina y tenemos que pasar entre ellos para poder entrar. A mí me vale y paso, al niño le vale y pasa. Algunas miradas curiosas y divertidas entre la fila de albañiles musculosos y sudorosos. Hemos llegado.
Me pide el baño y le indico donde está. Ha dejado su mochila en el suelo, hace calor porque aún no he instalado el clima, es pleno verano y tiene días cerradas la oficina. No sé que vaya a pasar pero por lo pronto pienso que podremos coger en este segundo cuarto sin que nos vean por la ventana que está junto a la puerta la fila de trabajadores. Las persianas son viejas y tienen huecos, pero tal vez no pase nada.
Me parece que ya lleva demasiado tiempo en el cuarto de baño, me pregunto si le dio miedo o ya no quiere hacer nada; voy y toco discretamente la puerta, el barullo de la calle se escucha por la ventana. No me contesta. Le hablo y veo que la puerta no está cerrada por dentro, la empujo lentamente y lo veo totalmente desnudo dando la espalda a la puerta pero sonriéndome por el espejo: “Me gusta dar sorpresas”. Y vaya que es toda una sorpresa ver su pelo cubriéndole el cuello, su espalda piel de durazno marcada por el ejercicio, sus nalgas con vellos finos, redondas y muy apetecibles, sus muslos y pantorrillas de futbolista y sus calcetines con motivos de Bob esponja. Sí, me ha sorprendido y esa sonrisa me embeleza. Le pido con la cabeza que me siga al sofá.
Hemos cruzado el vano de la inexistente puerta que da a la ventana, no sé si alguien nos vio pero en este momento es lo que menos me llama la atención; es su pene totalmente erecto, cubierto de una suave piel hasta la punta del falo, y unas bolitas de carne colgando bajo él lo que me han hipnotizado. Me dice “Sorpréndeme” y empiezo a hacerle show. Mis brazos cruzados ante mí toman la parte baja de mi playera polo y la elevan lenta y suavemente sobre mi cabeza. He quedado con una camiseta interior negra de tirantes que dejan ver mis trabajados hombros y mis marcados bíceps sin quitármela aún. “Me encantan esas camisetas” me dice con la voz y con un endurecimiento notorio en su pene, una gotita de precum para enfatizar. La camiseta vuela también y se hinca ante mi, besándaome el abdomen, metiendo su lengua en mi ombligo, alzando sus brazos para acariciarme los pezones. Con los dientes desabrocha mi cinturón, le ayudo a abrir los botones del pantalón pero con algo de violencia retira mis manos dándome a entender que todo lo que cargo es sólo para él. El pantalón pasa las nalgas y se queda suspendido de mis muslos, sus manos recorren los vellos de mis piernas, me aprieta las nalgas, me muerde la carpa de circo. Creo que está gratamente sorprendido. Suspira.
Lo tomo del cabello y se atraganta con mi carne, decide probarlo sin tela y la deja en libertad. Es bella, hay que reconocerlo y dejar la modestia en algún lado que no sea este caliente despacho, mientras desde mi punto de vista observo la forma definida de mi glande, que él aspira cual dulce a punto de devorar, más dura no la pudo traer. Juega y pasa su respiración por mi falo, por mis huevos, por la parte interior de mis muslos. Un toque de la punta de su lengua en mi escroto inicia el camino al cielo. Sabe lo que hace este niño. Se prende con hambre de sexo y lo obtiene, sube, baja, bucea en mis testículos, un pequeño rozón cerca del ano. Acaricio su sedosa cabellera, lo tomo de la base del cuello, le doy de beber y bebe.
Me tiene tan caliente que decido que la ropa estorba y mis pantalones, zapatos y ropa interior vuela. Estoy, estamos desnudos, lo jalo del cabello para poenrlo de pie, se para de puntas para poder besarme, los abrazo con fuerza, le saco el aire, pero quiero meterle otra cosa, me hinco y le regreso el favor, lo disfruta pero sabe muy bien lo que quiere, se gira y sube una de sus piernas al sofá. Su culo me queda al alcance pero decido reiniciar mi exploración lingüística por ese parecito de bolas que cuelgan en el espacio. Vuelve a gemir, nado entre la hendidura que separa sus bolitas de carne, subo y bajo por la sartén, sí, ahí justo donde se estrellan los huevos cuando coges con los pies al aire, hasta que finalmente llego al premio mayor. Se vuelve loco. Se acaricia solo, se jala el pelo, se aprieta los muslos. Sí, sé que lo hago bien. Un escupitajo que esparzo con la lengua le calienta su ya de por sí ardiente hoyito. Cógeme, ha dicho la palabra mágica.
Lo empino en el sofá y lo penetro sin misericordia, un grito leve, pero bastante audible me hace recordar la fila de pelados que está allá afuera, ignoro si se escucha pero el calor de su ano me regresa a la orilla del sofá. Se le ha ido toda y pide más, empiezo el bamboleo y él se acompasa a mi ritmo. Sabe, sabe muy bien lo que hace. Sorpresa tras sorpresa. Le doy un rato así y lo soporta todo, lo hago que de ponga de pie y levanta los brazos para alzacanzar mi cabeza y acariciarme los cabellos. Le paso las manos por el torso, por el pecho, por sus tetillas, está ardiendo. Se mueve más.
Decido girarnos y sentarme en el sofá sin salirme de él, se da sus buenos sentones, más dura no la puedo traer ¿o sí? Me lo cojo deliciosamente cachondo. Me recuesto un poco y lo hago recostarse sobre mí, apoyo mi cabeza en el respaldo del sofá y él su espalda sudada sobre mi torso. Pone sus talones en mis rodillas y el subeybaja de su pelvis me masturba como pocas veces lo he sentido. Se clava hasta el fondo y sube despacio, se deja caer y sus caderas chocan con las mías. Lo mastrubo y después de un momento me pide que pare o se viene. Yo paso por lo mismo. El calor es endemoniado, un contraste terrible de este infernal ambiente con lo celestial de su culo apretado. Sudamos a chorros y nos vale madre, él me moja con su espalda, le escurre el sudor por entre las nalgas llega a mojar mi verga cada vez que se levanta, siento los huevos escurriendo. Mi pecho empapado que le restriego en la espalda. Sudor de machos. Por lo menos el mío.
Dice que ya se quiere venir pero me pide que lo baje, que lo hinque en el suelo y que él me avisa cuando explotará. Le doy de perrito hincado en el piso, lo tomo de la cintura y lo manejo a mi antojo. Dos o tres empujones hasta el fondo me indican que está listo, se endereza repentinamente y con un brazo levantado me acaricia la cabeza, con el otro se masturba. Cuatro, cinco disparos con su consecuente apretón de culo y las manchas en la pared, ocho, nueve y un chorrito. Una sorpresa más: Su leche ha volado mínimamente dos metros y medio hasta alcanzar la puerta del baño. Pocas veces he visto esa fuerza al expulsar el semen. Gratamente sorprendido. Sigo yo y le pregunto dónde. La mitad adentro pide. Y complazco, los primeros tres chorros le quedan en el culo, se sale rápido, mi glande protesta, se gira y me masturba para completar el baño de leche en su abdomen. Uff. Vaciados.
El calor y la humedad siguen siendo insoportables y ahora se hace más notorio, entra al baño por su ropa, se enjuaga cualquier cosa, nos vestimos y salimos apurados. La gente se mueve de la puerta y nos deja pasar, no sé si sea mi imaginación pero me parece ver algunas sonrisas discretas. Nosotros bañados en sudor subimos al carro que está estacionado en batería, un tipo recargado en él se mueve, doy de reversa, mientras prendo el clima. No, no fui yo, está vez estoy seguro que el tipo que se movió del auto me levanta el pulgar en señal de que algo le gustó. Sonrío y le hago la misma seña. Sorpresas le pinta el dedo y le saca la lengua. Envidioso, dice.
Un helado y quince minutos después, ya más refrescados por el clima del auto y los barquillos de chocolate, Sorpresas se despide apretándome el paquete. Gracias por la nieve, dice, y por la leche, agrega.
Sorpresa, me dejo su teléfono en el asiento del auto.
13/sep/11
¿Te acuerdas?
La memoria, el porno de los pobres.
Tomé el último camión que pasaba por la calle Garibaldi. Acabo de llegar a casa.
Me gusta pasear por ahí desde hace varias semanas, salgo de la escuela y voy a hacerme pendejo un rato, pretender que espero el camión y ver cómo suben a los chavos que se paran en las esquinas, no sé que pedo pero se me hace que van a coger; A veces me han ofrecido aventón a mí pero me hago el desentendido y no los pelo; me calienta pero me da miedo, no tengo mucha experiencia en estas mamadas. Hoy fue diferente, llevaba ahí como una hora y pasó un wey caminado, era un poco mayor que yo, dijo que tenía veintiuno, yo diecinueve pero él estaba bastante más alto. Me sacó plática y me cayó bien. A él también le hacían señas los de los carros o le echaban las luces. A él o a mí. Nomás se reía y se ponía las manos en las bolsas del pantalón con los pulgares en ellos y los otros dedos de las manos apuntando a su paquete, eso hacía que los jotos de los carros pasaran más despacio mirándonos de arriba abajo. A él sólo le daba risa.
Después de un rato empezó a oscurecer y pasó la primera patrulla, me invita a la oficina que trabajaba porque me dijo que si volvía a pasar la misma patrulla nos iba a levantar para sacarnos dinero. Yo no quiero pedos con la chota así que le dije que sí lo acompañaba. El tipo es alto, es guapo, no jotea para nada ni me ha sacado el tema. A la mejor ni es joto pero igual me cayó bien para cotorrear. No, yo tampoco soy joto nomás ando viendo qué onda.
Ni él es joto, me dijo cuando le respondí eso; Entramos al edificio de oficinas que ya está casi vacío y a unas cuantas cuadras de la esquina donde nos conocimos. Subimos a la tercera planta mientras me platica que el wey tiene novia pero no le hace el feo a los vatos, dice que sí se ha cogido a uno o dos pero nada más para ver qué se siente. Entramos a un despacho que parece de contadores, hay escritorios y sillas y archiveros, una computadora y un pequeño refrigerador. La cerveza que me ha invitado me afloja la lengua y le confieso que yo no la he metido pero sí he dejado que me la chupen unos amigos. El tipo está sentado frente a mí en un banquito como de dibujante, se le marca muy bien el paquete y casi diría que se le está parando con lo que estamos platicando. A mí también.
Sale un momento y se cerciora que el último despacho ya esté vacío, dice que bajó a avisarle al velador que aquí íbamos a estar un rato porque luego le cierra la puerta principal y él no trae llave y nos quedaríamos encerrados hasta mañana; Ahora se le nota más el bulto, mientras saca otra cerveza y me saca más plática. Se ha dado cuenta que la mía también está alborotada. Acerca una silla y se rozan nuestras rodillas. Le pido que me cuente si se ha subido alguna vez a un carro de los que pasan por ahí y me dice que sí, que esa fue la primera vez que la metió rápido en un estacionamiento del centro. Se me para más porque aparte empieza a menear su pierna contra la mía y eso me cachondea.
La tercera cerveza y ahora me soba el pantalón, le digo que yo no soy joto y que tengo novia, me dice que él también, que de hecho anda con dos viejas pero que es muy caliente y hace una semana que no las ve. Me tira el pedo al chile y me dice que si queremos fajar lo tenemos que hacer en el baño porque aún queda gente en el despacho de arriba y pasarían por el pasillo y se ve para adentro. No sé.
Otra cerveza, otra experiencia de él y más meneadas de piernas me acaban de convencer. Le digo “chingue su madre, vamos pues” y entramos los dos al baño y cierra la puerta después de meter una bolsa de dormir que es así como una colcha pero de plástico por un lado. Me empieza a abrazar y a arrimar su bulto, lo choca como el mío que anda igual, Me soba la espalda, las nalgas, las piernas, me pega su cara al cuello pero luego me reclama y me dice “Órale, wey, mete las manos tú también” y pues le hago caso, le agarro la parte de arriba de la espalda y se ve que está macizo, las bajo despacio hasta agarrarle las nalgotas que están duras y así siento que se me pone el palo. Me empieza a respirar en la oreja, el cuello, no mames, se siente caliente, me pasa la lengua por el cuello y hago la cabeza para atrás, me muerde la barbilla y me enderezo y me planta un beso. Me siento raro, no quiero besos porque eso es de jotos y yo no soy joto, me retiro pero me agarra de los pelos y me pega su cara con la mía. Me mete la lengua en la boca y se me para más la verga, no sé qué me pasa pero me he calentado un chingo. Yo también lo beso de lengua por mucho rato, nos abrazamos fuerte, nos manoseamos los culos hasta que me empieza a quitar la playera y yo a él la camisa, está mamado y más se me endereza la verga. Está bien bueno.
Me dice que si jalo fierro y le digo que sí, se me va la lengua mientras a él también se le va la lengua a mi verga porque ya me desabrocho el pantalón y me la está chupando, no mames tiene la boca más caliente que me la haya mamado, que ni fueran tantas, ahí abajo me pide que le cuente quién me la chupo antes porque dice que eso lo prende un chingo y le empiezo a contar, con los ojos cerrados, que ahí en el gimnasio a donde voy hace dos semanas el dueño me dejó quedarme más tarde porque no llegué a tiempo. Dijo que no había pedo, que iba a entrenar a otro amigo. Ese amigo llego de rato y cerraron la cortina del gimnasio. Los dos empezaron a hacer sus rutinas sin camisa y en unos shorts bien pegados. Ah, casi me vengo de la mamada que me esta dando y se lo digo, me aprieta la base de la verga para que no me venga, se me pasa y yo sigo contando, parece que eso lo prende más.
Uno de los tipos empezó a hacer ejercicios con las mancuernas frente al espejo y el dueño se paró detrás de él, muy cerca para explicarle cómo levantarla, no me di cuenta que me estaban viendo por el espejo mientras yo me calvaba en sus culos apretados y grandotes. El dueño empezó a abrazar al otro y a darle arrimones. Mi verga respondió de volada estirando mis shorts aguado, el amigo por el espejo me hizo una seña y me pidió que me acercara, yo como pendejo me acerqué bien erizo y una vez ahí se volteó y nos bajó los shorts a los dos y empezó a mamar las dos vergas juntas. Uno le dijo al otro “Ya ves, te dije que sí le gustaba el pedo” Yo no dije nada, nomás me dejé chupar igual que ahorita.
Este wey ya se encueró y los dos estamos en pelotas mientras extiende el saco de dormir en el piso del baño, pinches vergas bien duras de los dos, no cabemos muy bien en el piso pero nos vale madre, ahora que él se ha acostado me pide que se la mame, no sé, nunca lo he hecho pero el wey la tiene tan sabrosa, tan cabezona, pelona y no como la mía, que sí me dan ganas de probarla, ya estoy hincado pero no me decido, la agarra de la base y se la menea para arriba y para bajo, se me hace muy chingona y curveada para el ombligo peludo. Chingue su madre y le doy la primer probada, sabe bien, apenas me cabe en la boca y se siente con madre, tal vez un poco saladito pero nada que no pueda aguantar. Me la como toda como desesperado, le había chupado la pepa a mi novia pero no se compara con este pedazote de carne, le paso la lengua, le muerdo poquito los huevotes, me regreso a la punta, me la quiero comer toda y me la meto hasta la garganta, me hace toser pero me aguanto. Dice que lo hago bien, me vale madre, quiero seguir aquí.
Después de un rato dice que el también quiere y se la voy a dar pero me dice que si hacemos un sesenta y nueve y no sé que jodidos es eso. Me enseña y aprendo rápido, El baño es muy pequeño y nos estorba la taza, el no cabe con las piernas extendidas y yo me monto sobre él. Hacemos malabares pero los dos terminamos con una buena verga en la boca, él abajo y yo arriba me pide que me mueva como si me lo estuviera cogiendo y que menee la cabeza al mismo ritmo, al principio me apendejo pero luego le agarro el truco, con madre chupar y que te la chupen.
El wey se emociona y me empieza a sobar las nalgas a dedear, el culo, me duele un poco pero me aguanto como los meros machos, me pide que me jale un poco no sé cómo pero ahora que siento su lengua en el culo ya entendí qué quería, ufff, nunca había sentido eso. Alguien toca a la puerta de la oficina y los dos nos congelamos, no nos movemos y siento que se le afloja un poco el pito en mi boca, se le baja como la mitad, lo busco así empinado y con mi verga metida me hace una seña de que no haga ruido. No nos movemos y esperamos a que pase el segundo toquido. No sabe quién pueda ser pero dejó prendida la luz de la oficina y el radio. Nadie más toca y siento como se le vuelve a poner a cien su trozo en mi boca, yo le sigo pompeando con la cabeza y él me sigue chupando el culo.
Es lo más caliente que hecho en mi corta vida gay y se siente con madre. Pareciera que nos ponemos de acuerdo y al mismo tiempo las dos vergas salen de las bocas y sueltan chingos de leche. Chorros que nos caen en la cara, en el pelo, a un ladito de los ojos. No mames, pinche chorreadero, me recuesto sobre él, y nos abrazamos lo que podemos. Estamos cansado, pegajosos y sudados, me sigue dando besitos en el culo sudado; Uff.
Nos enjuagamos ahí mismo, casi un baño torero: orejas y rabos. Nos vestimos y recoge su cobija toda mequiada. Se nota que tuvimos sexo, por los pelos con peinados raros, la ropa mal acomodada y la sonrisota de los dos cachondos. Nos acompañamos al camión, los dos los tomamos donde mismo. Pasan carros y les gustamos pero no nos subimos. Él se esperó a que yo me suba primero y supongo que después se fue él. O a la mejor se llevo uno de los jotos eso y ahorita está cogiendo otra vez. Bueno, ahora sí está cogiendo porque a mí no me cogió, pero como que se me antoja buscarlo de nuevo y, chingue su madre, que me de unas metiditas. Que puto me oí, pero que a toda madre se ha de sentir.
Tomé el último camión que pasaba por la calle Garibaldi. Acabo de llegar a casa. Me he metido a bañar y no he resistido la tentación de bajarme la verga parada con una buena puñeta. Sí, lo recuerdo todo perfectamente.
23/junio/11
Favor.
Hay veces que te toca coger. Habrá veces que te tocará escuchar. Otras sólo ver. Otras sólo envidiar.
Conejito me ha pedido un favor. Ha conocido a alguien y quiere que le preste mi depa para que ese alguien le dé una buena cogida. Aunque eso de “buena” está por verse.
Le digo que mi recámara no se la puedo prestar porque a esa hora tengo visita, así que si quiere le puedo prestar el cuarto que uso como estudio que no tiene cama pero si una buena alfombra. Acepta a regañadientes ya que no pueden coger mas que a la hora de la comida del tipo que conoció por internet por lo cual deduzco que le lleva sus buenos años. Conejito dieciocho, el pelado dos lustros más. No es envidia, a Conejito lo conocí hace dos años pero si me caga que un pelado que gusta de carne fresca no cuente con lugar para pecar o en su defecto que no tenga los webos o la disposición económica de pagarse un hotel. Puto.
Conejito ha llegado a tiempo con su matachín. Mayor que él, fuera de mi rango, no buen cuerpo, no exactamente feo, pero al conejo caliente no se le mira el diente. Les explico que pueden usar el cuarto de estudio para hacer sus propios estudios pero que lo tendrán que hacer en el piso y que, curiosa y convenientemente, la puerta no tiene cerradura, así que les presto uno de mis calcetones para atorar la puerta. Apenas me escuchan por las hormonas a nivel de sus oídos. Mejor para mí.
La falsa visita no existe, mis travesuras sí. Les doy el tiempo suficiente, que tampoco me parece que necesiten tanto, para realizar los preámbulos y terminar en pelotas. Me arriesgaré a empujar suave e imperceptiblemente el calcetín para supervisar las maniobras de Mister Aprovechado. Sí, se ve piel, la aperlada, firme y hermosa es de Conejito. La bofa, con estrías y con depósitos de grasa varia es de Mister. No veo mucho más y no sé si reclamarlo o agradecerlo. La adrenalina empieza a mojar mis entrañas.
Vamos, no creo que Mr. Bofito tenga el tiempo de vigilar la entrada o el hueco de la cerradura. Me quito la camisa y empujo un poco más la calceta. La vista mejora, alcanzo a ver a Conejito empinado de perrito en la alfombra y le veo las adiposidades a la contraparte tratando de penetrar. Me dan la espalda, bueno, si a eso le puedes llamar espalda, así que el hueco de la cerradura queda completamente libre. El de Conejito completamente ocupado presumo por el pompeo de esa especie de culo que se mueve atrás y adelante.
Salen mis pantalones y mi erección empieza a hacer presión. Rápidamente han cambiado de pose, por lo que alcanzo a ver sin rostros a Conejito lo tiene con las piernas en el aire, sigo viendo a Mr. Rollizo maniobrando para penetrarlo, no tengo la menor idea del tamaño de su herramienta pero si de su técnica: los pies de Conejito se engarruñan y se tensa su espalda, ha sido tosco el hijo de puta, así no le gusta a él. Se detiene un poco y sigo viendo el abdomen firme de mi alumno. Mr. Michellin hace lo que puede, se mueve, gruñe un poco, le pompea cuatro, cinco, doce veces y se desploma sobre mi niño. Para eso me gustabas. Los pies siguen en el aire, sé que espera más. No hay más. Las carnes blandas han quedado desparramadas sobre aquel buen cuerpo. Que desperdicio. Sin hacer ruido he abierto la puerta. Ya estoy completamente desnudo. Conejito me ve, Mr. Pay de Carne sofoca a mi niño. Voy al rescate. La víctima se deshace de su estorbo, me ve con el falo erecto, Estorbo no tiene ni fuerzas para sorprenderse así que sólo se hace a un lado. Conejito simplemente se arrodilla y me la mamá como sólo él sabe hacerlo. Un alumno que superó con creces a su maestro. Lo dejo hacer por buen rato. Vouyur lo disfruta y me deja ver lo poco que disfrutó Conejito. Cositas.
De perrito y voy adentro. Un largo beso negro ayuda relajar, distender, cachondear. Despacio, con mucho lubricante, sin dolor innecesario, gime fuerte y delicioso. Arde su culo caliente. Estoy adentro y lo disfrutamos, alguien se apena, que pena. Empieza a ver su reloj pero a mí, a nosotros, nos vale francamente madre. Busca su carpa de circo y los pantalones bombachos, yo volteo a Conejito y con la pose en que él lo tuvo lo penetro muy despacio y me lo agradece con más gemidos y un levantaegos suave y claro “Así”. Ahora agarro velocidad y el Dr. Simi su camisa. Aprende, padawan.
Conejito se cuelga de mi cuello, se sienta en mi falo, a un ritmo nos ponemos de acuerdo y nos venimos juntos, me baña el abdomen y el pecho y yo le relleno el culo de leche. Uf. Ni me acordaba, de… ¿cómo dijo que se llamaba? No sé. Menos me importa. Pero vuelve a ver el reloj y Conejito capta la indirecta. Se limpia los excesos y se viste lo indispensable. Ambos se marchan y me dan las gracias. A Conejito, al otro no, le digo que cuando quiera.
Más tarde quiso.










