Laurel


Hay tríos como el Tri: Fallidos.

Mi amigo de aventuras y desventuras, Beto, de vez en cuando viene a mi casa y se pone a chatear en busca de acción. Sin mi permiso ofrece tríos y no falta quien se anime a invitarnos a su lugar o quiera venir al nuestro.

Ofrece: Trío con dos pelados varoniles, 19 y 39 años. Ambos: Buen cuerpo, no feos (es algo modesto), buena verga, bien calientes y con lugar. El de 19: 1.75, delgado, complaciente, pelo en picos de gel, buen culo, varonil, muy V-E-R-S-A-T-I-L. El de 39: 1.84, cuerpo de nadador, pelo negro, barba de tres días, MUY varonil y MUY A-C-T-I-V-O.
Por supuesto que las contraofertas son, en su mayoría, pasivitas putitas que quieren ser cogidas por dos pelados vergones y varoniles sin esforzarse demasiado, en sus mejores sueños húmedos, nel. Le siguen los cabrones maduros que quieren cenar pollito, sin saber lo qué significa hacer trío, ya pasamos por ahí, next. Después están los curiosos que jamás han hecho trío, descartados por ineptos, nop. Los maniacos o, bueno, digámosles… exóticos, avanzados o fuera del promedio que ofrecen zoofilia, fisting, faciales, rosarios, poppers, sadomasoquismo con máscaras y látigos incluidos y/o lluvia dorada, algunos todo eso en combo. Queremos algo más… menos… bien, tú entiendes.

Después de muchos descartes y puestas sin admisión uno de los finalistas es Laurel. Claro que en ese momento no era Laurel, sino sólo una promesa, según el tipo, de: una estatura de 1.87, cuerpo mar-ca-do, buena verga, varonil, inter, experto en tríos, bien parecido. Vaya, promete y premete. A Beto se le hace agua la cola, a mí la verga y a Laurel todo lo demás. Va. Vente y nos venimos.

Él está entre nuestras edades, nuestros pesos y nuestras expectativas, según lo que se describió. Llegó manejando a nuestro lugar una caribe roja de un modelo más antiguo que Beto; vale, no nos llevará a pasear. Tiene el pelo demasiado delgadito y algo escaso; no importa, no lo vamos a peluquear. Tiene una pancita caguamera que, ciertamente, está marcada pero por el cinturón que usa en su apretado pantalón; suspiro y pienso, va, no importa, no lo vamos a cargar ni a poner a modelar. No es tan bien parecido pero para eso está el interruptor de la luz. Sé que nosotros superamos sus expectativas cuando entra a la sala y me encuentra con el torso desnudo y a aquel con sólo una tanguita amarilla. Abre la boca y lo de varonil queda en entredicho; Ya está aquí, ya qué chigados. Veremos y diremos.


Si esperar nada Betito se le arrima y le besa la boca, yo me le paro por atrás y le hago sentir el rigor sobre su pantalón de mezclilla, le busco la nuca. Mis ojos se topan con los de Beto y por ellos me doy cuenta inmediatamente que a Laurel le ruge la buchaca. Quién te manda adelantarte, amiguito. Los besos en la boca quedan descartados.
Se ve que la predilección de Laurel es sobre el menor. No me importa demasiado porque no se me antoja tanto. El invitado goza lo indecible a pesar que no me ha prestado demasiada atención. Ya me la cobraré. Sigo de guardaespaldas.

Hemos puesto a Laurel en… bueno, digamos que en indescriptible ropa interior. Se ve su erección que no es la gran cosa, literalmente. Betito baja a hacer su trabajo, no dura mucho y se eleva de nuevo. Ya me imagino. Y con lo sensible que es mi compañero para eso. Decidimos seguir el viaje navegando por un apasionado faje en el sofá de la sala recostados los tres en un mar de brazos,  piernas y torsos desnudos. Yo de frente a él, Betito a espaldas de Laurel. Todo marcha, por lo menos sabe succionar pezones que fue donde terminó cuando le rehusé el beso apasionado con que me amenazaba. Aquel le muerde la espalada y sus gemiditos empiezan a prenderme. Me sacrificaré y tendré que decir: Yo sí le doy. Digo, para esos son los tríos ¿no? Las manitas de mi amigo surcan la espalda del invitado, se topan con las mías a la altura de la cintura del agraciado, las rebasan y llegan al destino. Un súbito paro en las maniobras de Beto, me hace buscarle, extrañado, la mirada. Laurel perdido entre nosotros dos no se da cuenta de nada. Esos ojos me dan risa por la sorpresa que proyectan e inquiero con la vista. No se puede zafar ya que esta atrapado entre nosotros y el respaldo del sillón. Me toma de la mano, Laurel sigue entretenido en mis pectorales masajeándome el paquete. Mi mano viaja guiada por la mano de mi amigo. Pasamos la espalda baja. Me muerde más fuerte. Le estira la… digámosle trusa. Suspira y jadea queriendo bajar a mi abdomen. Aquel me guía entre  sus nalgas y le busca el tesorito. Y vaya que ese mote le queda porque ha de haber estado enterrado durante buen tiempo. Toco algo y mis ojos adquieren, supongo yo, una expresión parecida a la de mi amigo. Laurel, se retuerce sin extrañarse de nuestra aparente inactividad turística. ¿Qué jodidos es esto?

Vamos, hay culos que tiene vellitos, otros lampiños, otros tienen una selva; algunos vienen con verruguitas o estrías, enfrentémoslo; otros, lunares; algunos más requieren del pase de alguna toallita húmeda. Sexo, sudor o lágrimas, o semen, da igual. Pero… ¿una hoja de laurel? De esas que hay en la alacena de la cocina de tu abuela. ¡No mames! Es decir ¿cómo? ¿Se sentó en la alameda haciendo nudismo? ¿Se le antojó ir a defecar, agarró monte y se limpió con la primera planta que encontró? Me quiere ganar la risa y a mi amigo sí le gana. Repega su cara en la espalda para evitar la sonora carcajada. Laurel, ahora ya sabes porqué el nombre, se prende más porque cree que Beto se está prendiendo. Esa mirada de diablo traviesa en la cara de mi socio me indica que toda la libido se ha ido por el caño. Me empieza a ganar la risa y se va perdiendo la erección. Así no se puede.

         No, no recuerdo cómo nos libramos de él, tal vez lo mandamos a bañar a su casa o algo así. Lo que sí recuerdo es que mi amigo y yo terminamos cogiendo después del ataque de risa.

 Pobre Laurel.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si tienes algo que decir....
ceterro@hotmail.com