El ciber es una apuesta fácil, hay carne de todas las especies y edades. Aunque no es el mejor lugar del mundo para coger sirve para bajarte la calentura fácil y rápido. Lunes una hora antes de que cierren, a esa hora con seguridad encontrarás: a los que anduvieron desde media tarde y no se aventaron a hacer nada; a los que no llenaron; a los que llegamos tarde y tenemos que aprovechar que todo mundo quiere sexo antes de que cierren.
Cuarto oscuro medio poblado, los gemidos de siempre, el suelo pegajoso, los olores que si eres fetichista podrían prenderte. La sala de en medio curiosamente ahora sin muebles y sin gente. Supongo que ya dieron de sí. El área de las compus, ciber al fin, sin ni siquiera el atractivo de las pantallas en páginas prono, muerto y manchado. El área de cabinas...
Lo veo, un raperito con toda la parafernalia: Gorra
indispensable, playera deportiva, colguijes dorados, pantalones aguados, tenis
chidos, carita de mataputos, buen cuerpo y, lo mejor de lo mejor, me recibe con
su fierro al aire: debo reconocerlo, a los niños de hoy los alimentan con
alguna hormona crecepitos, muy buena herramienta.
Espera que me ponga ansioso o nervioso al ver su pedazo de carne pero no le funciona, me acerco, se lo toco y entre risitas nerviosas me dice "¿Quieres un servicio?" Me hago wey y le pregunto inocentemente "¿Cómo?" Las mismas risitas. Me da la impresión que sólo lo soltó para ver qué decía. No sabes con quién te metiste, niño. ¿Cuánto y por qué tanto?
—Cien.
—¿Qué incluye? —se lo sobo.
—Soy activo.
—Eso no me respondió —muy rico trozo.
—Oral y penetración.
—Yo soy activo —le aprieto los huevitos lampiños—. ¿Mamas?
—Te puedo dar una probadita por si te animas.
—Dale.
Espera que me ponga ansioso o nervioso al ver su pedazo de carne pero no le funciona, me acerco, se lo toco y entre risitas nerviosas me dice "¿Quieres un servicio?" Me hago wey y le pregunto inocentemente "¿Cómo?" Las mismas risitas. Me da la impresión que sólo lo soltó para ver qué decía. No sabes con quién te metiste, niño. ¿Cuánto y por qué tanto?
—Cien.
—¿Qué incluye? —se lo sobo.
—Soy activo.
—Eso no me respondió —muy rico trozo.
—Oral y penetración.
—Yo soy activo —le aprieto los huevitos lampiños—. ¿Mamas?
—Te puedo dar una probadita por si te animas.
—Dale.
Se sienta en el sillón. Busca mi ziper y sin mayores
preámbulos lo baja y se topa con mi suspensorio. Le agrada, se acerca, lo
huele, abre la boca y prueba, bien. Le ayudo un poco y le dejo a la vista mi
semierección, comprende, vengo llegando y no había visto nada que me la pusiera
dura. Se prende. Siento sus labios haciendo buen jale. Tan bueno que mi pene
empieza a ganar tamaño entre su lengua, paladar y anginas. Me empiezo a
prender. Él también. Y aunque parte del encanto de tener sexo en lugares como
estos es que tengas público disfrutando de tu placer, Raperito pretende ser
tímido y cierra la cortina cuando se percata de que algún mirón lo ve de
becerrito mamador. Me vale mientras me la siga chupando así. Mi pene ha
alcanzado la erección completa, se la saco de la boca y lo ve complacido, lo
tomo de la base y le doy unos vergazos en su cara, lo disfruta. Le muevo el
miembro en su cara, subo bajo, lo disfruta y yo más. Lo tomo de la nuca y lo
repego contra mi abdomen y pubis. Se lo sacudo un poco y se lo acerco a la
boca, sabe qué quiero y continúa su jale. Más mirones, más cerradas de
cortinas. Se la saco de la boca y me alzo un poco para que mis testículos le
queden cerca de su boca. Lo entiende y los empieza a lamer y a besar y a
chupar. Se siente tan bien que me hace gemir y eso atrae a más mirones. Genial.
Creo que se le olvidó que me dijo que era activo porque mama con madre. Decido
facilitarnos, a todos, las cosas: Me bajo los pantalones casi a los tobillos,
me siento en el sofá y le presento mi verga erecta en todo su esplendor; aunque
esperaba que se me hincara y mamara, sabe que el piso está bastante usado, así
que inteligentemente se hinca sobre el sillón y se prende de mi falo. Muy, muy
bien. Siento que recorre toda lo longitud con el calor de sus labios, sube
hasta el glande y lo acaricia con la lengua. Baja de nueva hasta que mi punta
roza sus anginas y el camino de regreso. Siento su saliva mojar mis huevos. Se
la saco y le pido que me los chupe. Lo hace genial. A los mirones también eso
les facilitó su labor. Un morrito flaco y caliente se ha metido en el cubículo.
Ahora a Raperito ya no le importa que lo vean prendido de una buena tranca.
Curiosito se queda parado, alargo mi brazo y le tomo la mano. Se deja. Lo jalo
un poco para que se acerque, Raperito en lo suyo. Le quito la gorra para que se
aprecie mejor su labor mamadora y me la pongo yo. Eso calienta al flaquito, lo
veo en el respingo de su pantalón. Le toco el bulto y le gusta. Lo acerco más.
Raperito sabe que algo me distrae y se levanta dejando su trozo de verga a la
altura de mi cara. ¿Tú desperdiciarías eso? Yo no y empiezo a regresarle el
favor. Me meto en la boca esa delicia de carne y el proceso se repite, todo sin
soltarle la mano a flaquito. La erección de Raperito se afirma ante mis dotes
oratorias, crece más, toma firmeza y eso descubre su capullo. Mi lengua sabe
qué hacer y su respuesta son unos geniales gemidos. Que dulzura. Me había
olvidado del flaquito mirón y cuando me doy cuenta que se ha estado sobando el
paquete le empiezo a desabrochar el pantalón. Todo iba bien hasta que otro
mirón nos echó a perder el trío. Flaquito se va apenado subiéndose el pantalón.
Apostaría que se vino con tan poco.
A mí me vale madre, a Raperito por lo que veo, y siento, también. Seguimos en lo nuestro. Como está empinadito en el sillón y con los pantalones en los muslos me deja acariciar sus nalgas, eso endurece más, si es posible, mi verga. Se da cuenta y lo aprovecha, se baja de nuevo a prenderse de mi trozo erecto. Busco entre esas buenas nalgas firmes el tesoro que de seguro guarda. Busco y busco y finalmente encuentro, lampiño, muy apretado, pero accesible, caliente y sumiso. Poco a poco empiezo a empujar mi índice y aunque se resiste finalmente me deja entrar. Eso es genial. Mama y mama y yo penetro y penetro. Me pongo de pie y sigue sin sacarse mi carne de su boca. Le pido que se ponga en pie y lo hace. Nuestros penes se encuentran. Los tomo con una mano y los masturbo juntos. Le gusta. Así lo hago durante un buen instante, creo que quiere más y, lo dicho, me da la espalda, nalgas incluidas, y se gira para quedar de cara a la pared; le repego mi verga firme entre sus nalgas ídem. Manos en el muro. Unos cancos justo en su entrada. Los gozamos ambos y creo que ya no se resiste. Se busca en le blosillo de su pantalón que ahora está a la altura de sus tobilllos, ese agachón me deja picarle más el culo con mi verga, finalmente me muestra entre sus dedos lo que estuvo buscando: un condón. Sonrío pero delcino. "¿No quieres cogerme?" No, nene, este culo no es para un rapidín en una pinche cabina mequeada, esté está para comérmelo toda la noche en la cama de un hotel. Quiero que me la sigas mamando hasta venirme. "bueno pero síguele así un rato", me dice mientras me empuja su culo. Yo feliz. La siente en la entrada pero no lo complazco. Aquí mando yo. Ah.
Después de ese meneo cachondo le pido que me la siga manando. Su carita varonil, sin gorra y con ese corte de rapero me prenden. Lo hace con maestría. Siento mi leche subiendo de mis testículos y le anuncio el gran final. "¿Me los quieres echar?" fue la varonil frase mágica. Sí, ¿te los comes? Se saborea mientras lo piensa, se la muevo arriba y abajo. No, en la boca no. ¿Dónde? Donde quieras. Genial. Lo tengo de pie frente a mí, le veo su gran verga colgando gorda y suave. Aquí. Le sobo el abdomen plano y lampiño. Sí, échamelos. Lo recargo con firmeza contra el muro, me la jalo firme y veloz. Y sí, se los eché. Su abdomen escurriendo de mi néctar es el final de ese agasajo cachondo. Era lo que buscaba, fue lo que encontré. Me pasa del rollo de papel higiénico estratégicamente colocado en el cubil. Con madre, we. Me voy a lavar. Mientras él se limpia mi leche salgo al baño.
En el sanitario con la puerta abierta mientras me limpio sus babas y demás fluidos corporales, a mi espalda escucho voces y en el espejo veo a Raperito. Terminadas mis abluciones me giro y lo veo de nuevo, o aún, con su verga al aire. Flaquito curioso platicaba con él pero algo lo hizo huir. No lo asustes, le digo. Ni aguantan nada, dice mientras me quita de la cabeza su gorra. Esta es mía. Y esto también, le doy el billete que de seguro ni recordaba que le debía. ¿Cuándo me coges? Vengo los lunes. Si quieres el próximo aquí te veo y nos vamos a una buena cama. Ya dijiste, Mai.
Rakata.
Ceterro


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