Electro



No hay nada como el placer de desear y al instante obtener.

No me gustan los antros, no me gusta el humo de cigarro, no me gustan las multitudes pero un cumpleaños es un cumpleaños y si mi amigo decide festejarse en un antro bailando como idiota música electrónica debo acompañarlo.

Sí me agrada lo electro, sí me agradan los niños gays, sí me agrada alguna bebida alcohólica para sentirme bien. El ambiente oscuro, los rayos láser verdes, los metales en volumen que alcanza el cielo. Mis amigos enajenados cabeceando al compás. Hace calor, hago lo que poca gente se atreve a hacer en el antro: Quitarme la camisa. Sé que los fisiculturistas lo hacen por ego, yo lo hago por calor, el ego pasa a ser secundario cuando mis pectorales son planos y marcaditos gracias a la natación. Esa acción surte efecto, mis vecinos de pistan en cada giro recorren mi pecho deslizando sus pupilas por el caminito de vellos que se pierde en el cierre de mi pantalón. Me concentro en la música.

Es tarde, tal vez las cuatro de la mañana, llevo quizás dos litros de bebidas más las probaditas a las de mis amigos. Eufórico sin llegar a ebrio. Se me han perdido, dijeron que iban al baño, supongo que estarán cogiendo. Los esperaré sólo un rato más, si no vienen –una coqueta mirada de un lindo niño me distrae– me largo a mi casa, estoy cansado y medio ebrio. Sigo bailando.

Que te acaricien con miradas no disimuladas excita, literalmente; empiezo a tener una erección que mi mezclilla hace un esfuerzo por disimular, no lo logra del todo. Vatos sin camisa me bailan de frente, no me agradan tantas bolas, sólo las necesarias; se van desilusionados a lucirse ante alguien más accesible. Mis amigos han regresado más dipsomaníacos de lo que se fueron. Medio, bailan, medio hablan, medio se caen. Yo entero y cachondo. Con el torso desnudo.

Lo veo a metros de distancia, nuestras pupilas se enganchan momentáneamente, avanza entre la gente; lo veo de nuevo, me sonríe, ya está más cerca; ahora lo tengo enfrente, su saludo es una descarada sonrisa acompañado de un inaudible “hola” y seguido de un apasionado beso. Así, no palabras, no preámbulos, nuestras lenguas bailan, nuestros cuerpos se aprisionan. Deseo-tengo.

El tiempo deja de tener importancia, o de correr, a quién le importa. Se agarra a mi espalda, le acaricio el cabello, nos comemos a besos ante la mirada atónita de mis amigos; jamás había hecho esto, delante de ellos, claro. Sólo porque estamos vestidos no es una cogida, es un faje en toda forma. Sentimos nuestras erecciones a pesar de las mezclillas, lenguas en contacto, barbas en roces, abrazos fuertes, miradas envidiosas, este puto me tiene bien caliente. Es más bajo que yo pero eso no nos importa yo me agacho y el se pone de puntitas. Nos comemos, bocas y orejas, me muerde un pezón, le clavo los dientes en la barbilla. Bajo mis manos por su espalda hasta dar con sus nalgas, nos prendemos más, atraemos más. Son redondas y firmes, acaricio sus muslos, claro que puedo, le jalo un muslo hacia arriba levantándole su pierna voy por el otro muslo y lo levanto en vilo, lo estoy cargando y no deja de besarme, la música nos hace juego, la luz nos refleja en pupilas ansiosas. Nos comemos, me abraza el cuello, lo cargo y lo hago volar, arranco un botón con mis dientes, le tallo el pecho con mi barba de días, estira el cuello hacia atrás y le muerdo la manzana del placer, muérete de envidia Eva. Sus manos se humedecen con mi su dor, mis labios con el de él. Metió mis manos bajo su camisa para cargarlo mejor, está caliente lo mismo que su piel, lo muevo arriba y abajo como si lo estuviera penetrando, gime y me prende. Ocasionalmente ve a la concurrencia y creo que llamamos más la atención que el travesti en turno o que el striper megainflado. Huerquitos inocentes, pelados cabrones, pasan y nos ven o bailan cerca y disfrutan del espectáculo. Me lo quiero coger.

El tiempo ha pasado sin saber cuanto, mis amigos me dicen que se quieren ir, les digo que les vaya bien, siento los labios enrojecidos de tantos chupones/besos/mordidas/raspones. Lo digo: te quiero coger. Se sonríe me muerde una oreja al tiempo que me dice: vamos a coger. Quiero que me cojas.

Salimos del antro y casi amanece, no recuerdo el trayecto de la pista a mi cama pero ya estamos en ropa interior. Siguen esos abrazos, esas mordidas, esos chupones. Lo cargo nuevamente y parece feliz, foto en el espejo con su celular, ya me veré mañana en internet. Lo levanto y lo pongo de pie en la cama le muerdo la verga sobre la trusa, la lamo los huevos bajo las mismas circunstancias. Huele genial. Muerdo la tela y la estiro, se queda al aire su masculinidad. Lo devoro, está en el cielo.

Me encuentro desnudo y erecto, me regresa el favor, tiene hambre y me lo demuestra comiéndose mis huevos, mi verga, todo yo. Más abrazos fuertes, más empujones, más apretones de todo. Lo arrojo en la cama con violencia lo giro, le abro el culo, le escupo con puntería mi lengua lo viola sus gemidos lo confirman. Estoy exageradamente caliente que lo hago todo con violencia, la ternura esta noche no vino y me vale verga y a él también. Se empina en la cama y me ve chuparle el ano, me ayuda con una de sus manos separa su nalga derecha, se ve genial y sabe mejor. Lo goza y me tiene a mil, estoy esperando algo que no tarda en llegar, un tierno, profundo y cachondo: “cógeme”.

Le pongo mi palma en su boca y capta de inmediato escupiendo todo su deseo, el cual me lo pongo en el falo, en la punta, en el tronco, ayudo un poco poniendo de mi baba. Va. Lo clavo sin misericordia un grito acorde con la fuerza que lo acabo de penetrar, siento como se come mi glande, como resbala cada centímetro de mi tronco. Me tiene adentro. Y empieza el bamboleo inmisericorde. Me lo estoy cogiendo.

Fuerte, hasta el fondo, sus músculos se tensan, su culo me aprieta, a cada empellón un gemido, la cama se mueve, el alcohol se queda. Quiero coger. Soporta toda la firmeza, pero pide más. Se sale y cambia de pose, levanta las piernas, se separa las nalgas, ese hoyito negro me llama y me pide entrar, una vez más le dejo ir la cabeza, disfruto cuando la corona de mi glande abre ese ano caliente, un poco adentro, un poco afuera, sólo la corona de mi cabeza entra y sale. Está ardiendo. Me dejo ir. Cojo fuerte, como pocas veces he cogido, lo disfruta hasta el tope. Literal. Levanta las caderas y hace que me levante para poder permanecer en su cavidad. Su cabeza en el colchón, su espalda arqueada, su culo es mío. Todo con fuerza como sólo se puede dar entre dos hombres aunque a este le falten aún algunos años para serlo completamente. Nuestro contacto de brazos, de pechos, de culoverga es con fuerza, sin delicadeza, veo que a los dos nos prende más, si eso es posible. Siento mi verga hinchada y que quiere reventar de la sangre que presiona mis cuerpos cavernosos. Siento también su culo apretar con maestría cada centímetro de mi falo. Lo veo desde el aire, sus ojos buscando el cielo. Me aprieta las nalgas y pide un poco más. Le doy y tiene su recompensa. La leche cae en chorros de la punta de su verga a la comisura de sus labios, en su cuello, abre la boca y se los traga. Sin sboresaltos, sólo esa venida plácida y abundante. Quiero yo también, pero antes le doy unas cuantas arremetidas más. Eso me los pone en la punta del meato, le calculo bien y me salgo con el tiempo justo para recorrer ese espacio entre su ano y su boca; me escupo en la mano y le doy una limpiada a mi verga. Entiende y se la come completa, el calor de su lengua y lo agitado de su respiración, amen de la tibieza de su leche que aún queda en su boca, me hacen soltar un río. Todo mi glande envuelto en carne y leche. Traga, suspira, gime, su pecho se levanta, su abdomen se contrae, me aprieta la nalga, su otra mano se aprieta el pene. Una venida más.

Estas son cogidas y no mamadas.

Se despide porque es tarde, o temprano, según como lo quieras ver. Lo llevo a su casa, en mi auto ambos olemos a sexo, de ese sexo cachondo, perverso, agresivo de dos machos en celo. A ninguno le importa. Vive lejos, en un barrio bastante pobre, quién lo adivinaría con esa cara, con ese porte, con esas ropas. ¿A quién le importa? A él no. A mí menos.

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