Qué pasará,
qué misterio habrá
Puede ser mi gran noche
Raphael.
qué misterio habrá
Puede ser mi gran noche
Raphael.
Lo reconozco, soy bastante antisocial. Que no antisexual. No me gustan los eventos sociales pero ese día tuve que ir. A un quinceaños. No mames. Los motivos no importan, ya estaba ahí.
Tranquilamente yo llevo más de tres "quinceaños", así que me veo raro haciendo fila entre los tíos de la quinceañera para bailar el bals con ella y juntarle sus quince rosas.
Les cedo el paso a todos, yo me quedo al final. Mientras desfilan tíos y primos mayores, tras de mí se forman los chambelancitos y las damas para después continuar con el show. El primero de ellos, un muchachito muy alto, muy guapo y muy cogible me saluda con un formalísimo "buenas noches". Sólo a mí, al resto de los caballeros ni los peló. "Hola, ¿cómo estás?" es mi respuesta mientras lo veo directamente a los ojos. Titubea un poco pero no se amilana. Estas generaciones tienen aplomo. "Bien" sonríe mientras me indica "sigue".
Paso con la quinceañera que está al centro del salón, por no dejar volteó a donde está el galancito y sí, no me ha quitado la mirada de encima y me sonríe. Vaya, vaya.
Le cuestiono a mi sobrinita si el primer chavo es su chambelán y me contesta afirmativamente. ¿Es tu noviecillo? Nooo, tío. La pena de niña. El es muy grande para mí. ¿Cómo, no tiene quince años? No, tiene veintiuno pero es tragaños, y todas mis amigas lo han invitado de chambelán y pues yo también. Cuando no baila trabaja de mesero en este salón. Está bien guapo. Oh, sí.
Regreso al lugar de donde salí, no me quita la mirada de encima y, obviamente yo hago lo propio. Le digo "sigues". Sonríe de nuevo y se va a hacer lo suyo.
Como me cagan las conversaciones familiares me voy a la mesa más apartada, solo y admiro el espectáculo. También soy bastante observador y veo que todos los meseros, meseritas incluidas, son sumamente jóvenes. Qué interesante. Viene el que me toca a mí, un peladito de un metro noventa, buen cuerpo, la camisa blanca se le marca bien, tiene unas leves lonjitas que le brincan el cinturón, pelo cortito casi a rape, una sonrisa encantadora y "¿Quiere que le sirva algo de beber?" Sí, tu leche, pensé pero no le dije. "¿Qué tienes?" Aparte de ese paquetote. "Vampiros, piñas coladas, refrescos de cola, margaritas, perro salado, cerveza no" "Traigo ganas de chupar" levanta la cejita izquierda "creo que un vampiro estaría bien" "Se lo traigo". Mientras viene observo a chambelancito, mueve bien el culito que le oculta el saco. Sabe bailar, se desliza bien, supongo que haría lo mismo en mi cama. "Un vampiro para chupar" me dice con esa sonrisota el meserito. "Gracias, te vas a ir al cielo, peor no hoy" Sonríe y se va por más. Quiero más. Buen culo.
La noche transcurre entre bailables, saludos forzados, más vampiros, volteaditas fugaces para vernos ya que chambelanes y damas se han apropiado de la mesa siguiente, y una erección que sólo yo aprecio porque es la mía y no me he parado de la mesa.
Después de terminada la cena
me pregunta el mesero que si puede retirar el plato "si me haces favor"
"claro que se lo hago" "adelante" "por supuesto"
"tú sí sabes" "mejor de lo que cree, ¿se le ofrece algo
más" "sí, tú numero de wasap" se ríe y se retira. Si no
aprovechas esas ocasiones para aventar los perros con dobles sentidos, no sé
cuándo piensas hacerlo. Alguien ha estado siguiendo nuestra conversación desde
la mesa vecina. Se pone de pie y pasa a mi lado "hola". Nuevamente. "Holaaa"
mi mirada lo sigue y él lo sabe.
Dice Rapahel "puede ser
mi gran noche", sólo me río solo porque no puedo esperar ligarme algo en
un quinceaños ¿o sí? Pinche loco.
Llega el meserito con el postre y me deja una tarjetita con su celular. Wasap, para qué os quiero. Oye, ¿dónde están los baños aquí? Por la entrada. Gracias.
Pero ciempre estan llenos y susios. Mierda, escribe del nabo pero no lo quiero de escritor. ¿Y entonces? te puedo yebar a los de los meceros. Y dale. ¿Dónde es eso? Ven a donde estoy. Me gana la risa y levanto la mirada, alguien ha seguido todos mis movimientos y su sonrisa se ha desvanecido un poco. Yo le sonrío, le guiño un ojo y eso parece animarlo.
Llego a la entrada de la cocina. ¿Y ahora? Sígueme. (Si lo hubiera escrito probablemente sería cigeme). Y sí, lo sigo, atravesamos la cocina con ya el ajetreo de recoger platos, sobras y cubiertos. Salimos a un patio y veo unos baños que dicen "Personal" me encamino a ellos pero me detiene del brazo "Acá hay otros". ¿Cenaremos pollito? ¿Otra vez?
Me conduce a una segunda planta y hay otros baños, pero me guía a un cuarto contiguo, una especie de bodega, el lugar está desierto y lleno de sillas, mesas y manteles; el bullicio nos queda lejos. Entro y me sigue. Sin preámbulos me agarra el paquete. Sonrío, el nene es casi de mi estatura ¿qué les dan de tragar a los mocosos de hoy? ¿Qué edad tienes? Diecinueve contesta y sonríe al percatarse que ya estoy erecto. ¿Y ahora? Pregunto haciéndome el inocente. Sé que no me queda pero algo tenía que decir. Sin más me baja la bragueta, sigue sobando y dice "qué paquetón". Todo suyo. Y sí, lo toma literal. Se inclina y empieza a babearme la trusa. Lo hace con prisa. Calma, disfrútalo. ¿Alguien sabe de este lugar? Nomás algunos meseros. Bien. Me dejo querer y, claro, mamar. La luz es tenue pero me deja verle la carita de gozo.
Llega el meserito con el postre y me deja una tarjetita con su celular. Wasap, para qué os quiero. Oye, ¿dónde están los baños aquí? Por la entrada. Gracias.
Pero ciempre estan llenos y susios. Mierda, escribe del nabo pero no lo quiero de escritor. ¿Y entonces? te puedo yebar a los de los meceros. Y dale. ¿Dónde es eso? Ven a donde estoy. Me gana la risa y levanto la mirada, alguien ha seguido todos mis movimientos y su sonrisa se ha desvanecido un poco. Yo le sonrío, le guiño un ojo y eso parece animarlo.
Llego a la entrada de la cocina. ¿Y ahora? Sígueme. (Si lo hubiera escrito probablemente sería cigeme). Y sí, lo sigo, atravesamos la cocina con ya el ajetreo de recoger platos, sobras y cubiertos. Salimos a un patio y veo unos baños que dicen "Personal" me encamino a ellos pero me detiene del brazo "Acá hay otros". ¿Cenaremos pollito? ¿Otra vez?
Me conduce a una segunda planta y hay otros baños, pero me guía a un cuarto contiguo, una especie de bodega, el lugar está desierto y lleno de sillas, mesas y manteles; el bullicio nos queda lejos. Entro y me sigue. Sin preámbulos me agarra el paquete. Sonrío, el nene es casi de mi estatura ¿qué les dan de tragar a los mocosos de hoy? ¿Qué edad tienes? Diecinueve contesta y sonríe al percatarse que ya estoy erecto. ¿Y ahora? Pregunto haciéndome el inocente. Sé que no me queda pero algo tenía que decir. Sin más me baja la bragueta, sigue sobando y dice "qué paquetón". Todo suyo. Y sí, lo toma literal. Se inclina y empieza a babearme la trusa. Lo hace con prisa. Calma, disfrútalo. ¿Alguien sabe de este lugar? Nomás algunos meseros. Bien. Me dejo querer y, claro, mamar. La luz es tenue pero me deja verle la carita de gozo.
Mi erección está al cien y me dan ganas de penetrarlo. Lo pongo de pie, sus labios quedan un par de centímetros por arriba de los míos. Es raro que yo sea el chaparro. Lo beso y pruebo el sabor de mi falo en su boca. Nada que no haya probado antes. Me lo fajoneo mientras le voy quitando el saquito, desabrochando el pantalón y tocando tremenda erección. ¿Qué les dan de tragar a los mocosos de hoy? Busco cómo acomodarlo y doy con la solución más a la mano: Una silla. Con sus pantalones fuera ordeno: Híncate en la silla. Obedece. Tiene un culito preciosos, resguardado por unas buenas nalgas cubiertas de vellitos muy finos. Las separo, huelo, hurgo y clavo mi lengua. Gemidito cachondo. Hago lo suficiente para que: se cachondeé, se lubrique y se dilate. Ignoro si en ese orden pero funciona. Esta listo. Voy. Un gemido más fuerte mientras mi glande se abre paso por ese delicioso orificio. Lento pero firme. Estoy adentro.
El bamboleo se coordina con la música lejana, perreoperreo, mis pantalones en los tobillos, mis manos apresando su cintura, voy, vengo, gime, regreso. Genial coger en un lugar raro, en una circunstancia rara, con un morrito cachondo. En eso estamos cuando la entrada da más luz a la penumbra del cuarto, eso me anuncia que alguien ha abierto la puerta. ¿Que si me da culo? No, estoy bastante caliente como para dejar de hacer lo que estoy haciendo. Si me fueran a sacar por pervertido ya lo hubieran hecho encendiendo la luz. No. Mi pasivito ni se entera que tenemos espectador. ¿Adivinas o te digo? Exacto, chambelancito a venido siguiéndonos, él también es mesero del local, ¿recuerdas? Se sabe el caminito y se queda quieto en la puerta.
Con un movimiento de mi cabeza lo invito a pasar, con otro le indico que cierre la puerta, su erección es bastante visible ahora que sólo viste camisa y su pantalón aguado. Se ve lindo con esa corbata delgadita. Con un movimiento más de mi cabeza le indico que se ponga a mi lado. Obedece. Meserito en lo suyo, yo en lo mío. Lo dejo que vea la acción por un rato. Aprovecho su atención para mostrarle la faena: lentamente saco mi pene del culito de meserito, despacio hasta sentir que mi cabeza abre el anillo de adentro hacia afuera. Un suspirito. Mi glande asoma pero no se sale del todo. Nuevamente va de entrada. El culo se ensancha lo suficiente para dejarme entrar, centímetro a centímetro profano ese cuerpo. El aprendiz está atento y sobándose el bulto. Repito la operación una decena de veces. No pierde detalle. Y como yo soy muy compartido, una vez que casi estoy afuera pregunto ¿sigues? No dice nada. Me mira a los ojos y devuelve la mirada a mi falo. Este se hunde nuevamente, despacio, gemido. Un rato más y repito la invitación. Nueva mirada a mis ojos. Creo que no capta y extiendo la invitación ¿sigues? ¿Te lo quieres coger? No responde. Entro, salgo, lento. Con la mirada vuelvo a cuestionar ¿sigues? Mueve la cabeza y dice que sí. Me salgo completamente y le cedo mi lugar. Digo: Dale.
Me mira como si no
entendiera. Cógetelo. Me dice que no y pronuncia una frase encantadora: Quiero
que me cojas a mí también. Vaya, vaya. Esta ES mi noche. Y sí,
rápidamente acercó otra silla, dejó caer sus pantalones e imitó la pose de su
compañero. ¿Puede ser tu gran noche? Supera eso, Raphael.
El culito nuevo es menos exuberante que el previo: lampiñito, blanco, botón rosita. Una delicia, a la vista, al tacto, al olfato y al paladar. Y, cómo podría faltar: al oído mientras recibe mi humanidad. No mames, no lo puedo creer.
Mesero no se ha movido de su pose mientras me ve perforar a su compañerito. Este gime más quedito pero a cada empellón. Le doy un rato mientras acaricio con mi índice el culo disponible. Mi pene quiere explotar pero mi control no lo deja. Lo gozo un momento y le anunció: ahorita vengo, no te muevas. Voy por el hoyito original. Entro como Juan por su casa. Hasta el fondo y ahora el índice se entretiene en otro culo. Esto es delirante. Hago el intercambio de fundas tanto como lo deseo. Los tomo de la cabeza y los obligo a besarse. A cada cambio de oquedad sus alientos se anuncian que han sido profanados. Eso parece cachondear más al que no está siendo penetrado. ¿Y a mí? Para qué te cuento si traigo una erección tan dura como la tuya.
Meserito, en la última embestida, me recibe con espasmos anales, se ha venido.
Voy por lo propio con chambelancito. Lo mismo, una fuente de leche.
Me salgo y anuncio: Falto yo. Ambos entienden y se hincan con su cara cerca de mi miembro. Una lengua en mis webos, otra en mi tranca. La leche va a volar y los dos se avorazan a la fuente de la juventud. Maman como becerros. ¿Qué les dan de tragar a los mocosos de hoy? Creo que me estoy dando una idea.
¡Ah!
Tardamos un poco en recuperar las respiraciones. Los tres fundidos medios desnudos en un abrazo, sudorosos. Felices. Satisfechos. Vaciados.
El culito nuevo es menos exuberante que el previo: lampiñito, blanco, botón rosita. Una delicia, a la vista, al tacto, al olfato y al paladar. Y, cómo podría faltar: al oído mientras recibe mi humanidad. No mames, no lo puedo creer.
Mesero no se ha movido de su pose mientras me ve perforar a su compañerito. Este gime más quedito pero a cada empellón. Le doy un rato mientras acaricio con mi índice el culo disponible. Mi pene quiere explotar pero mi control no lo deja. Lo gozo un momento y le anunció: ahorita vengo, no te muevas. Voy por el hoyito original. Entro como Juan por su casa. Hasta el fondo y ahora el índice se entretiene en otro culo. Esto es delirante. Hago el intercambio de fundas tanto como lo deseo. Los tomo de la cabeza y los obligo a besarse. A cada cambio de oquedad sus alientos se anuncian que han sido profanados. Eso parece cachondear más al que no está siendo penetrado. ¿Y a mí? Para qué te cuento si traigo una erección tan dura como la tuya.
Meserito, en la última embestida, me recibe con espasmos anales, se ha venido.
Voy por lo propio con chambelancito. Lo mismo, una fuente de leche.
Me salgo y anuncio: Falto yo. Ambos entienden y se hincan con su cara cerca de mi miembro. Una lengua en mis webos, otra en mi tranca. La leche va a volar y los dos se avorazan a la fuente de la juventud. Maman como becerros. ¿Qué les dan de tragar a los mocosos de hoy? Creo que me estoy dando una idea.
¡Ah!
Tardamos un poco en recuperar las respiraciones. Los tres fundidos medios desnudos en un abrazo, sudorosos. Felices. Satisfechos. Vaciados.
Despistadamente regreso a la
mesa, el otro al baile y el otro a meserear.
Nadie se ha enterado, excepto tú. No se lo digas a nadie.
Creo que me están empezando a gustar los quinceaños.
Uff.
Nadie se ha enterado, excepto tú. No se lo digas a nadie.
Creo que me están empezando a gustar los quinceaños.
Uff.
Ceterro 19/06/19


