Aplican restricciones.


 


Mañana temprano abandonaré Mérida la blanca, de leche supongo; me ha tratado bien, ligué en la plaza, visité los cibers de cabinas, conocí a Chilanguito pero no he probado lo que expenden en la carnicería.

Ayer mientras nos convencíamos mutuamente Chilanguito y yo de darnos un acostón fuimos a curiosiar con los sempiternos chichifos de la plaza principal, Flaco, el más aventado de todos se nos une a una caminata breve, ya sabes: ¿qué hacen?, ¿qué buscan?, ¿quieren trío?. En lo personal no me llamó la atención, es más alto que mis unoochentaycuatro y eso me hace sentir raro, no es flaco pero su estatura lo hace parecer, quiero carne, tiene los dientes grandes y  no me apetecen los deportes extremos, por hoy. ¿Cuánto? Con toda la seguridad del mundo lo hago que se deje de mamadas para ver si nos las empieza a dar. Las mamadas y las pocas nalgas que pudieran rellenar ese pantalón. Trescientos si es trío. Silencio de ambos prospectos. Bueno, doscientos. Miro a Chilanguito a ver si se gancha, se hace el desentendido. Bueno ciento cincuenta para que se arme. Un prtexto infantil y la promesa de volver a pasar para venir por él. Me dio miedo, asegura mi compañerito de aventuras, no me da confianza, etcétera y etcétera y acabamos en el hotel de Chilanguito sólo él y yo.

Hoy es diferente, Chilanguito se ha marchado a Defe y la carnicería sigue abierta, veo a Flaco y otros cinco ejemplares, paso despacio y un chaparrito se gancha con la mirada y camina a mi lado. Las mismas preguntas de ayer, las mismas estrategias de siempre. Aplicando la técnica para decir "tú no eres mi primera opción" pregunto por “el werito de gorra roja, con corte de soldaito, chaparrito así como tú” respuesta con maña: “no, ese es bien mala leche y muy problemático” Traducción libre: haz negocio conmigo yo sí lo valgo. “¿Que rol eres?” Activo, ¿no se me nota o qué, pendejín? “Ah, yo también” Mal pedo, se te escapa un prospecto. “Bueno, puedo ser inter” No, cabrón. Con dinero baila el culo. ¿Cuánto? Doscientos cincuenta y me haces de todo. Lo pienso y como yo mando, siempre yo mando: Ciento cincuenta sólo un buen faje con mamadas pero lo hacemos en un ciber. Lo piensa y...

No quise llevarlo al hotel, es decente, el hotel, no él, sus pantalones rotos, las pulseras y los collarcitos lo delatarían. Pedimos dos compus en un ciber que no conocía. Las consabidas cabinas al inicio, un patio grande, semioscuro y vacío atrás. Todo nuestro.

            Fajamos en una especie de recoveco, no hay gente, sí hay calentura, me he quitado la camisa que termina en una de las sillas de plástico que están en el lugar, a Chaparrito mis tetillas le quedan a la altura de su boca, sí, esa es la diferencia de estaturas. Se prende de mis pezones que lame, muerde, estira, soba, ensaliva. Creo que lo está disfrutando más que yo, lo dejo hacer y hace bien. Meto mano en su camisa y me sorprende la firmeza de su torso, pequeño pero macizo, bastante bien definido, quedamos iguales, sin camisas ambos y el faje sube de temperatura, abrazos, no besos, apretones, moridas en mis pezones, jalones en su pelo. Solo empieza a desabrochar mi pantalón, le ahorré trabajo, no traigo ropa interior e inmediatamente queda al alcance de su mano mi verga erecta, me masturba mientras restrega su cara contra mi pecho. Lo dicho, creo que yo debería cobrarle a él.

 



            Ambos estamos listos para lo que sigue, deslizo su cabeza lentamente que viaja desapcio y a besos por los vellos de mi adomen, lengua, saliva, dientitos casi clavados, sigue y llega a mi pubis, aspira y su lengua humedece mi fértil selva, recorre la base del tornco, abre la boca, se prepara y solo se traga mi carne. Hasta el fondo y con furia la debora, mi erección está a la altura de las circunstancias, firme y caliente. Bien, lo sabe hacer bien. Estoy pensando en la tarifa que le aplicaría por darle tanto placer.  Pero hay alguien más a quien también debería cobrarle, un mirón de esos que nunca faltan en ese lugar, ni en ningún otro. A mí no me importa que vea, casi podría decir que me la pone más dura si cabe en su boca decirlo. Chaparrito se ha percatado y no le agrada. El tipo agarra valor y empieza a agarrarme el pectoral izquierdo. Un “eh, rúmbale a la verga” dicho con la misma fimeza de mi erección lo priva del placer de ver. Chaparrito es mandón.

Me vale verga si me ven o no, mientras este wey desquite cada peso que se va a llevar por mí no hay pedo. Empiezo a desabrochar su pantalón apretado, se lo bajo y encuentro unas trusas apretaditas con un muy buen trozo de carne. Sale al aire y me lo ofrece, se me antoja pero aclaro que “aplican restricciones, yo mando y se hace lo que yo diga. Mama”. Obedece como si eso le fuera a imncrementar sus ingresos y mama fenomenal. Calro que me encantaría poner mi lengua en esa carne y en el culo que ya empiezo a dedear pero las restricciones me las impongo yo, con un fueguito en la boca no debes tener esta clase de contactos tan liberalmente. Ni hablar, hay otras maneras de gozar y las encuentro.


 “Encuérate todo”, protestas de por medio, amenazo con no pagar, que fácil es convencer. Está completamente desnudo y veo sus cuadritos abdominales, sus bíceps dibujados, esa verga tentadoramente erecta, todo a escala pero no importa, es mío. Tomo asiento en otra silla y mis pantalones en los tobillos me dejan separar las rodillas: “chupa” y más obediencia. Genial, lo hace simplemente genial. Huevos, glande, tronco, todo y sin dientes.



Lo disfruto porque lo he pagado, pero quiero más. “Híncate en las silla enseñándome el culo”. Sí, soy cabrón, o simplemente un consumidor que sabe lo que quiere, como lo quieras tomar. Titubea un poco, pero sólo un poco, completamente desnudo me da su espalda dibujada con maestría, sus nalgas redondas y firmes montadas sobre unos muslos de futbolista enfocan mi atención y siento endurecerse mi falo. Me prende la preversión de usar a alguien que se deja usar.


 


Bajo mis instrucciones se ha: empinado, separado las nalgas, jugado el escroto, ensalivado un dedo y profanado a sí mismo. “Mírame” esa mezcla de fastidioencabronamientoplacertúmandasymeencanta nos prende a los dos. Su verga como la mía: a cien. Las putas restricciones autoimpuestas me parten el alma pero así dormiré más tranquilo. No puedo besar ese culito rodeado de unos apenas perceptibles vellitos. Ese dedo entra y sale despacio, sus ojos buscan los míos, saca el dedo y señala el agujero, su mirada es casi de súplica. Le muestro mi tranca, la ve y sus ojos regresan a los míos, “dámela” me gritan sus pupilas en el ardiente juego de no hablar y sí saber lo que quiere el otro. Condón de por medio apunto firme al pasadizo secreto pero ensalivado, le escupo y ese salibazo da en el blanco, o el negro, y resbala dulce, lenta y cachondamente por sus testículos. Se acomoda y me acomodo. Punta hoyo. Empujón bramido.

Despació se la dejo ir toda, centímetro a gemido, gemido a centímetro, el empujón final le arranca una expresión perfectamente balanceada entre dolor y placer. Lo mío es sólo placer. Estás enculado, Chaparrito. Se acabron las miradas/palabras, iniciaron los empellones/gemidos. Lo agarro de la cintura, entrosalgo, gime fuerte, entrosalgo, le jalo los cabellos, entrosalgo, escupo en mi falo, entrosalgo, lo abrazo del pecho, entrosalgo, siento sus duros pectorales, entrosalgo, está sudando, entrosalgo, le agarro los webos, entrosalgo, le muerdo el hombro, entrosalgo, tomo su pene, entrosalgo, siento sus disparos, entrosalgo, suspira, entrosalgo, no, ahora sólo salgo lo mismo que globito, la cabeza de mi glande se atoró un poco en la salida de su ano al salir, rico, mi leche cubre su dorso y su primera reacción es tensionar mientras delínea todos los músculos de su sabrosa espalda. Mi dedo visita ese culo hambriento y aún caliente. Con madre, dice quedo pero audible. Definitivamente: con madre.

            El jodido calor del trópico nos ha dejado empapados, ese baño de sudor con leche es un platillo exótico que me gustaría probar más seguido. Se pone trusas, pantalones, tenis, va y se lava no me importa donde. Regresa por su camisa y sobre ella el resultado del contrato. Yo ya me bañaré en la habitación climatizada del hotel.

            Cuarenta pesos por una hora de dos computadoras: casi el hotel más barato que he pagado en mi puteril carrera. Casi.

            Una cuadra caminamos en la misma dirección, nos despedimos, “cuando vengas a Mérida búscame y te lo vuelvo a dar. Igual”, después de eso sólo me acompaña el sudor, ese sabroso dolorcito de webos bien exprimidos, la conciencia tranquila, una puta sonrisa que no se me quitó hasta llegar a Cancún y la idea para este joto relato cachondo en el cual no te he contado todo porque...  aplican restricciones.


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