“Lo
escencial es invisible para los ojos” El principito.
“Pero en una buena cogida no lo es para el tacto y todo lo demás” Ceterro.
“Pero en una buena cogida no lo es para el tacto y todo lo demás” Ceterro.
La ternura no está reñida con el buen
sexo, puedes tener una cara inocente, un cabello lacio de niño lindo que cubre
casi la totalidad de tu frente, la timidez de un primerizo, los silencios de
alguien serio, callado e inexperto, todo eso que, debo reconocer, no sólo me
encanta sino que hace que lentamente me erecte con únicamente escuchar tu voz
de efebo. Te has dado cuenta de ello y colocas tu mano en mi pierna. La guío
despacio al firme bulto de mi entrepierna. Reaccionas.
Un
paseo nocturno a un lugar público donde las parejas hetero hacen lo propio y tú
no te atreves a ir más alla de tomarme la mano, darme algún beso fugaz y
apretar mi erección. Nadie nos pone atención más que nosotros mismos. Quiero
desabrochar tu pantalón pero los nervios hacen que desistas, me detienes. Te
acaricio el cabello, deslizo mi mano por tu nuca, con firmeza y suavidad te
guió hacia abajo y siento tu respiración
entrecortada cerca de mi objetivo. Busco bajar el cierre y aspiras lo que
guardo para ti. Aprietas con la boca sobre el pantalón y te estremeces. Las
luces de un carro que ha llegado te hacen levantarte asustado. No, no es una
patrulla, te calmo y te pido continuar a lo que te niegas. Te ganan los
nervios.
Te
invito a casa. No respondes. Si no es un “no” entonces es un “sí”. Me sigues
como corderito manso por las escaleras, traspasas la puerta del depa y después
la de mi habitación. Te haces una idea de a qué has venido, tomas asiento en la
cama y haré que no sea lo único que tomes. Con ternura te recuesto a besos en
los labios y en tus ojos cerrados, acaricio tu cabello sedoso y desabotono tu
camisa, contemplo tu reacción que sobresale del flácido pantalón de vestir. Te
dejas hacer y hago. Nuestra ropa ha terminado en el piso exceptuando tu trusa
tensa. Te resistes a quedar desnudo pero mis habilidades sirven para estos
casos. Me ruegas que apague la luz, lo hago. Con eso he logrado tu desnudez y
por fin rozamos las pieles enteras, los falos erectos, los vellitos de las
nalgas, todo en total oscuridad.
Pienso,
equivocadamente, que debo ser tierno con la ternura, calmo con la calma y experto
con el novicio. Delicioso error. Ignoro si la calentura, la excitación, las
feromonas o el señor Hyde han decidido salir a paseo. Tu mirada se transforma
en deseo ardiente, tus manos en ansias que estrujan mi carne, tus uñas que
tatuan mi espalda. Coger con ternura es una cosa pero nada se compara a coger
contigo. Esos deseos tan antes controlados se desbocan en mi cama, me jalas el
cabello, me encajas tu lengua, me muerdes la oreja y has presionado el botón
indicado. Me prendes más que cualquier cogida previa y entro al juego, te
arrojo con violencia sobre las almohadas, te separo las piernas y te dejo
sentir lo que te espera. Gimes mientras aprieto tus brazos y muerdo tus pezones.
La fuerza entre dos hombres haciendo el am... ¡mamadas! Corrijo: la fuerza entre dos hombres fornicando con pasión es dificilmente comparable a cualquier otro intenso acto sexual que no incluya la violación. Invocando sudores, músculos, los dientes y la fuerza de las erecciones puedes alcanzar cumbres de excitación que los popers, o los videos porno o las cogiditas rutinarias jamás te permitirán conocer. Dos voluntades desesperadas por poseer, cada una a su manera, abren el camino de la carne. Te he pentrado y el acto tensa todo tu cuerpo al grado de decir que me duele la manera en que ciñes mi pene con tu esfínter y tus uñas dejando huellas en la espalda. Pero todo hace que todo se caliente más, una espiral virtuosa, o viciosa, para el caso nos da lo mismo. El aliento vaporoso, la resistencia a dejarme salir o entrar un poco más, los abrazos de osos en celo. La cama atestigua nuestra batalla desnudándose también, rodamos, muerdes, me alzo, la almohada, caes, madera virgen, yo clavo ardiente, gritas, has olvidado la ternura mandándola a chingar su madre, has invitado a la lujuria a quien violamos con un dos romano. Tú tan tú y yo tan yo gracias a ti. Los dedos no sólo recorren, también profanan tornando en sagrado el acto de coger, en vulgar cualquier experiencia religiosa. Coger el tiempo, la oprtunidad, a ti. Coger con fuerza. Coger a la fuerza. Superen eso, maricas Jedis, pienso con mi sable en ti.
La
explosión de simultáneos geisers lácteos, yo dentro, tú entre nosotros, nos
deja pasmados encontrándonos en las pupilas, los jadeos cedentes que buscan
recuperar la normalidad, ignoro para qué, la temperatura de los cuerpos sudados,
la lenta e incipente mutua sonrisa de complicidad. Me tumbo sobre ti y
disfrutamos de todos los tiempos. Tal vez un poco menos del futuro inmediato
pero sí del presente perfecto. Sé que me quedaré un poco aquí para siempre.
Sí,
la puta normalidad tiene que regresar a joder todo lo
extraordinario que llegamos a construtir. Otra vez la ropa, la rutina, tu casa,
mi auto, tus silencios, mi aprecio. Nos despedimos con la ternura inicial. Un
beso. En los labios. Frente a tu casa. Bye, tierno niño, bye.

Esta con madre! :D
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