Es delicioso ver a la visita andando en pelotas por toda tu casa ¿O no?
Hay mil maneras de hacer contacto: por feizbuk, teléfono del trabajo, mesenyer, twiter, nextel, manjut, badú, metrofotosexyflog, meco, celular, blogs, pero nada como hacer contacto en la vida real.
Sé que no tengo edad ni hijos para andar en fiestas infantiles, pero tengo amigas que tienen hijos en edad de hacerles fiestas infantiles, así que más por quedabien que por ganas me dirigí a Plaza Sésamo, al salón de uno de los monigotes que salen ahí. Las consabidas rutinas en playback para que nadie tome la iniciativa de salirse del guión. Aburrido. Los personajes sin chiste en esketch sin gracias: Megaburrido. Los concursos con un animador jovencito con un megaculo pintado en sus pantalones azules apretados. Interesante. El baile de raegeton entre la finalista y él mismo. Cachondo. Mi ceja se ha levantado y mi erección también. Contacto visual.
Se ha dado cuenta que me lo como con la mirada, de un salto da la espalda y menea el culo desaforadamente mientras avienta las manitas en un perreo fenomenal, me ve por el reflejo del vidrio de la puerta, esa sonrisa ensayada, ese meneo practicado en el cuarto de baño y seguramente presumido en algún antro gay, ese culo, ese culo. Bingo, esa sonrisa me es dedicada. Contacto cabrón.
Viene la servida del pastel, supongo que el departamento de personal sabe categorizar a sus empleados; los menos lindos, de meseros; los pasables de ambientadores, los cogibles de animadores. Claro, no se salva de servir refrescos y partir el pastel, de aquí soy, me digo y actúo. Disculpa, digo mientras me le acerco por atrás y le doy un leve rozón con mi erección disimulada, ¿me podrías servir un pedazo más grande –aquí va el empujón– de pastel? Se agacha para alcanzar la palita mientras dice sonriendo y empujándome con el culo “Claro”. Contacto físico.
Regreso a mi lugar, se pierden los contactos por un rato, se organiza lo que sigue y aparecen las botargas. Brincan, bailan y recorren el recinto. El final del acto: Beto pasa muy cerca de mí y, despistadamente mientras Enrique amarillo hace su desmadre y todas las miradas están en él en el otro extremo del salón, me aprieta los webos con la manota anaranjada. Una servilleta ha caído. Contacto virtual.
Bien, es la segunda vez que viene a mi casa. Ya se siente cómodo, no como cuando lo encueré por primera vez que ni siquiera quería quitarse la ropa. “Así mámamela”. Ya aprendió que la ropa estorba y que es mejor chuparle el culo completamente desnudo. Tiene veintiún años pero se traga más de un lustro. También ya se traga mi verga. Hoy llegó temprano y le he dicho que se siente en mi computadora mientras termino algunas cosas. Accede gustoso ya que le he dejado mi disco duro lleno de joyas pornográficas bien categorizadas. No sé por qué, pero me imagino, escoge los videos de pelados maduros con morritos inocentes. Bien.
Una vuelta a mi despacho y se soba el bulto. Voy al estudio, hago llamadas. Otra vuelta por unos papeles y ya se esta masturbando. Me hinco y se la chupo un poco mientras ve la pantalla. Sabemos lo que nos espera. Más llamadas. Regreso y lo desnudo, fuera playera, tenis, calcetines –el piso está limpio–, pantalón de mezclilla, sigo hincado y me deleito mamándole las bolitas de carne. Él se deja querer. Más llamadas. Lo veo pasar a la cocina tan desnudo como erecto, va por agua y deleito mi vista usando el teléfono inalámbrico, sí, sí, claro, como diga. Regresa a la computadora pero en el camino se entretiene bajándome el cierre y dándome un anticipo de una excelente mamada. Sí, puedo hablar normalmente por teléfono mientras se comen mi glande. En los huevos no, porque gimo. Va a ver más videos. Termino de llamar, de momento, y de desnudarme. Está en frenesís, lo agarro de la mano, se la pongo en mi verga y sin poner resistencia ni perder detalle come falo mientras ve porno. Genial.
Se levanta y deja mi verga ensalivada, sin decir nada sé que se dirige a la recámara, antes de seguirlo admiro es culo lampiño y exageradamente bien formado. Yo sí le doy. Otra vez. Lo sigo.
Sabe dónde están guardadas las películas originales, sé cual va a poner y la pone, a este niño lo que le excita es el sonido por lo que le bajo el volumen. Sí, soy cabrón. Se pone de perrito, baja la cabeza y con una mano separa una de sus nalgas, quiere que coma culo. Va. Mi deporte favorito ha empezado, ya sabe que se siente bien y el solito se abre el hoyo, mi lengua lo orada, gime leve, le beso los webos, le chupo el falo, me pongo de frente y le doy la mía. Come, hasta el hueso, besa mis bolas, no deja de ver la pantalla, le ensalivo el culo con el índice y se acomoda a lo que viene. Va.
Decido entrar con firmeza y sin miramientos, justo en ese momento subo el volumen y los gemidos de la película se pierden con los de él. Se cachondea con todos los sentidos, se mueve, se retuerce, se lo dejo ir. Lo gozamos más que los actores porque nosotros no actuamos, eso gritos son fielmente producidos por mis empujones, ese sudor se mezcla con el de mis manos, me pide que nos cambiemos de lugar y baja una pierna al suelo, lo sigo conmigo dentro, baja la otra y se pone de pie, le sigo dando machín y se estira cuan largo es. Señala una de las sillas y caminamos hacia ella. Sí, me lo estoy cogiendo parado. Y caminando. Toda una exquisitez.
Hemos llegado a la silla, se hinca en ella y siente en ese acomodo como mi falo sigue en sus entrañas, sus brazos sobre el respaldo y a unos cuantos empujones el bien sabido y conocido dicho de los pasivos principiantes: “Ay, ya me vine”. Y sí, ciertamente la silla ha quedado con las huellas de su eyaculación, grandes y gruesas gotas de leche bajan por el respaldo, han caído al asiento y empiezan a rodar al suelo. Me hace gracia, es la décima vez que se la meto en las tres veces que nos hemos visto. Ya aprenderá. Le digo que iré a terminar las llamadas mientras él termina de ver la película. Sé que le gusta varias veces. Al menos en todas las dos que ha venido. Seguiremos llamando.

