Ser eyaculador precoz o eyaculador tardío
es como ser impuntual: jamás llegas a tiempo.
Su auto se quedó frente a la prepa nueve, el punto de encuentro con mi adolescencia de tan gratos y cachondos recuerdos. Media noche y la cacería virtual rindió sus frutos. Muchachito novato y cachondo, en teoría, buena combinación.
Bajo del coche sólo para saludarlo, mostrarle mi uno ochenta y cuatro, mi buen bulto y la barba de cuatro días. Su uno sesenta y siete me saluda con timidez, su cara lampiña y su culo dibujado bajo la mezclilla me dicen que está dispuesto a aflojarme las nalgas. Lo siento, ando demasiado cachondo, encabronadamente erecto. Súbete, nos vamos en mi carro.
Mi casa en el centro o un hotel a las afueras la disyuntiva, la segunda su elección. Pero no traigo dinero, me dice. No te preocupes, no te voy a cobrar, se ríe. Está bien, yo pago, se tranquiliza; Ese culo inocente amerita con urgencia que haga todo lo que esté a mi alcance por cambiarlo de estado. Te voy a coger. Sonríe.
Pasada la entrada y cubierto el pago por evento sin miramientos le quito la playera que me descubre una ligera pancita chelera, un caminito de vellitos bajo el ombligo y un pezón extra. Yo y mi suerte rara. Ya estoy desnudo, erecto ni para que aclararlo y más puesto que condón en orgía. A él lo he dejado en trusitas apretadas con monitos de Disney, lo giro y admiro ese trasero de ensueño con poco kilometraje recorrido; meto mis brazos bajo sus axilas, acaricio esos pechos de niñita puberta (es el precio de vivir en el país de los obesos); No hay queja, quiero coger y no pintar un cuadro; me hinco y bajo esa inocente ropa interior, nalgas perfectas, un culo precioso, pelitos nacientes, lengua perversa.
Ceno culo como hace tiempo no probaba, sus gemiditos contenidos, innecesariamente, me prenden, quiero destrozarle el hoyo. Calma y nos acoplamos. Él de perrito en la cama yo de pie. Momento, o hace tiempo no venía a este hotel o definitivamente cambié de estatura. Me queda demasiado arriba. No alcanzo más que hacerle sentir la punta de mi verga caliente. El calor de su entrada hace corto circuito a cada rozón. Gime. No alcanzo, puta madre, ¿qué pedo con este colchón?
Ordeno y obtengo lo que pido: nueva pose de perro en el sofá, huele a cementerio: el entierro está cerca. Vista inmejorable, pero quiero probar su boca, se la doy a desear y sí, la desea; abre su boquita con hambre, cierra los ojos con ternura. Cómetela, así, toda, hasta dejarme tocar tus anginas, carraspea, aguanta, sigue. Bien, becerrito, bien. Nuevamente en posición, ¡no otra vez! Me queda demasiado abajo, no pinchesmames ¿Qué puto marciano deforme decoró estas habitaciones? “Ya cógeme, por favor”. Ese por favor me hace estar seguro que este niño sí tiene educación sexual. Por favor, ja. Va. Resbala, no entra, gime y piensa que es parte del juego previo. Oso.
Ordeno: a la cama de nuevo; no, así no; pone cara de estúpido, eso me prende más porque seré quien le enseñe cómo. Bocarriba, levanta el culo, le meto la almohada, acomodo sus plantas en mis pectorales, no sin haberle pasado la lengua cual lubricante ergonómico, caliente y apasionante. Uno, dos, tres rozones, está en el cielo. A lo que te ruje, Chencha.
Entrar en cualquier culo es como una caja de chocolates, nunca sabes lo que te vas a encontrar, lo que te vas a topar, lo que vas a desquintar, lo que vas a hacer sangrar o de lo que te la van a embarrar. No importa, cual si el tiempo se hubiera relentizado, tras varios rozones calientes la cabezota de mi pene se abre paso por ese tibio esfínter, lo abre lenta pero firmemente, separa las paredes en todas las direcciones, resbalo fácil pero muy lento, mi lengua y saliva hicieron buen jale. Siento aún el calor y la humedad de mis babas, gime. Me detengo un poco en su entrada, un bombeo de sangre a mi pene lo hace hincharse más, aumentar de diámetro y expandir ese culo unos milímetros extra. Abre los ojos asombrado pero gozoso. Un leve empujón de mi cadera hace que el borde de mi glande cruce esa dulce barrera. Ya entró, me anuncia como si yo estuviera al otro lado de un teclado. Pendejito. Mi cabeza se ha coronado, la tiene dentro. Su ano abraza mi tronco, lo siento en la base del glande. Ahora es cuestión de irme deslizando poco a poco, que su carne se acomode a mi trozo, que lo reciba con esa delicada resistencia. Cero brusquedades, sus dientes mordiendo su labio inferior. Lo sé, lo estás gozando con los ojos cerrados. Lento tomándolo de la cintura. Entro más, poco a poco le dejo ir cada centímetro de lo que resta de mis diecinueve descontando el glande. Esto es un viaje al cielo, siento las paredes de su recto aferrándose a mi carne trémula. Intercambiamos calor. Empujo firme, entra suave, me quedan un par de centímetros por meter, su esfínter aprieta, mi pene responde endureciéndose más, él gira la cabeza en el colchón, mantengo el suspenso. Sólo dos centímetros más y mis vellos púbicos tocaran sus huevitos lampiños, la punta de mi palo su próstata, aguanta. Sigo lento, veo lo que queda de mi pene fuera de él: nada. Ahora lo que sigue es gozo puro, saco lento, meto igual, una, dos, la tercera es la venida.
¡Puta madre! Él lo dijo, yo lo pensé. Un chorro incontrolable de semen le empieza a cubrir el cuello, uno más un pezón, el plexo, otro pezón, el abdomen, el ombligo, sus vellitos, el pubis, gotea. Con su antebrazo se cubre el rostro, alcanzo a ver sus mejillas que han igualado el tono sonrojado de su pecho. Me he detenido a disfrutar los espasmos residuales de aquella venidota. Varios masajes a mi verga erecta y aún clavada en aquel culo caliente me hacen esperar la continuación de tan cachonda escena. Quiero seguir el bombeo pero delicadamente se retira, mi glande cabezón brinca a la salida de aquel ano dilatado. Ya no, we, ya me vine. Suelto la carcajada tan fácil como solté la lana para entrar a este puto deforme cuarto de hotel.
Sale del baño completamente vestido. Ya es tarde, vámonos. Mi cara de incredulidad lo cuestiona a lo que responde “tú tuviste la culpa, we, me calentaste un chingo con esos rozones de tu verga en mi culo; No mames, nunca había sentido eso”
Yo sí pero no por eso me vengo tan rápido, lo pienso pero no lo digo. Emprendemos la marcha y silenciosamente me reprocho mi jodido gusto por los primerizos. El cuarto de hotel más desperdiciado de mi hotelera historia.
De cualquier manera, terminó enculado.
Y dándome material para este precoz blog.
OMG OMG... muy muy buenooo komo simpree.. sigue asi >:3
ResponderEliminarAquello de los "pechos de niñita" de plano me la ablandó.
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