“Ándele, ándele, arriba, arriba, yepa, yepa”
Speedy González
La gente le teme a lo diferente.
Si no formas parte de cualquier especie de la fauna urbana, o bien, si formas parte de alguna de ellas, te sentirás extraño interactuando con alguien de una etnia diferente a la tuya. Intercambiablemente aplica si eres: emo, fresa, vaquero, skin head, comerciante, chairo, chico tec, profesionista, colombia, chúntaro, político, darketo, punketo o koketo.
El caso es que sólo si aprecias lo exótico te aventarás a tener algo, cualquier cosa que eso implique, con alguien muy diferente a ti y como precisamente ese es mi caso, pues…
Una noche cualquiera, manejando por una avenida ya desierta, me preparo para voltear a la izquierda y llegar a mi casa muy cerca de la esquina. Ahí está el vecino con pinta de reguetonero: rapa, playera de tirantes, bíceps tatuados, bermudas aguadas e inicia la confusión.
El tipito, a quien ya había catalogado dentro de la categoría de los “yo sí le daba”, me saluda al verme estacionar. Bajo del auto, lo saludo más visiblemente y se deja venir. Después no sabría que adecuada resultaría en él esa frase. En esos quince pasos analizo la situación, veamos: Es tarde y ahí no se detienen camiones urbanos, pasaron dos taxis y no les hizo la parada, se para con la putiseñal de cualquier chichifo: la mano en los bolsillos con sus índices indicando el buen paquete. Pero… ¿a media calle de su casa? Lo dudo.
— ¿Qué onda, men?
— ¿Qué pasó, cómo te va? —me llega el tufillo a mota.
— No, pos nada, ¿qué fue? Quieres que te ayude a empujar el carro o ¿qué onda?
El tipo pensaba que yo me había detenido por algún fallo en el coche, le aclaro que no, que soy su vecino y yo pensé que él me pedía un aventón o algo así. Se ríe por la confusión y la mirada vidriosa me indica que anda arriba.
— No, men, pero si quieres préstame pal camión, voy pa la casa de mi morra.
— Si quieres te doy un aventón porque no traigo dinero —miento pero funciona, siempre funciona. Amén que me encanta dar “aventones”.
Nos enfilamos anca la morra y en el trayecto la plática se torna cachonda. ¿Fácil, no? Pues si me aflojas un varo sí se arma la calabaza, pero nomás acá unos fanfis.
— ¿Tú a mí? —aventuro picúdamente.
— Nel, tú a mí, si quieres.
El precio pactado: un aventón a su destino después del dichoso fanfis, alias un oral.
Es complicado estar con alguien que no disfruta su preferencia, como dice una amiga “si te gusta y sientes rico, chingue su madre, tú ponle”, pero bueno, a cada virgen le llega su hora. Y la de Mariguas había llegado. Recostado en mi cama, con el olor a hierba quemada, sus boxers con la bragueta abierta y dejando ver ese precioso trozo de carne me pongo a hacer lo que me toca. Más de lo que esperaba.
Se prende y lo disfruta, le jaloneo la ropa pero se resiste, “así, nomás, men”, lo dejo por un momento, ya sabré convencerlo. Pero algo viene rápido.
Más de lo que esperaba.
Un giro veloz en la cama y su arma apunta al suelo; la leche, más de lo que esperaba, baña el piso. Las consabidas disculpas y la situación es toda mía. Usa la terapia y verás como el contrario te lo agradece.
“No pasa nada”, “A cualquiera le pasa”, “No tengas pena”, “Espera a que se te pase”, “No te levantes”, “Mira que ni se te ha bajado” “Es normal”, “Déjame le sigo”. Son frases que dichas con la entonación adecuada funcionan, a cualquiera convence y nuevamente estamos en acción.
Supongo que una vez vaciado durará más, así que insisto con que salga la bermuda, pero claro que primero le tengo que sacar los convers, los pies le apestan pero no como la ropa, sale la bermuda y su matapasiones espera su turno. Hago labor de convencimiento y pronto están esas rodillas pálidas apuntando al techo y mi lengua a su escroto. Feliz.
No me llevó más de cinco minutos desnudarlo de la cintura para abajo, “no, men, encuerado no”, y se queda sólo con
Nuevo apenamiento y nuevo cocowash. Me sorprenden cuatro cosas: La cantidad de esperma que cubre el piso, su permanente erección, la velocidad con que se viene y mi pinche y jodida paciencia de tratar con novatitos. Va.
La tercera es la venida, supongo, así que ahora la playera ha volado y me deja saborear esos cuadritos marcados, esas líneas que dibujan la parte baja de sus pectorales, le levanto las piernas y protesta, le convenzo de que lo único que quiero hacer es frotar ambos penes al mismo tiempo. Dice que no pero mi insistencia triunfa. Lo veo en el borde, me detengo, aprieto la base de su pene. Tranquilo, respira hondo, más, otra vez, así, ¿ves cómo se te pasa?, otra vez. Sorprendido. Supongo que es la primera vez que no cede al desbocado orgasmo.
Continúo y en agradecimiento accede a ser él quien masturbe ambos penes, repentinamente tres jalones después deja de hacerlo, alude que es machín. Ja, y también porque si le seguías te venías, no lo dije pero lo pensé mientras veía su respiración discreta pero profunda. Bien, le agarraste el truco. Bajo.
Falo, huevos, sartén (léase: donde se estrellan los huevos) es el recorrido que hace mi lengua, tímidamente se deja tocar el premio. Una, dos, tres lengüeteadas y él en su gustado papel de muchachito precoz. Nuevamente se ha venido. Chorros enormes me cuentan de su calentura, no se le afloja un ápice y nuevas disculpas hacen su aparición. Le reclamo, o sea, si fuera partido del mundial sería goliza: 3-0.
Esto me está haciendo gracia y eso hace que me ponga sarcástico, digo, yo también quiero mi parte de placer, esta situación es algo así como tratar de jugar ping pon con alguien que tiene diarrea. Bueno, ¿tienes agujerado el pito, no te habías venido desde que naciste o qué jodidos? Con pena me dice que siempre le pasa así, que sus chavas lo han cortado porque no dura nada, que cuando va de putas es el peor dinero malgastado de su quincena. Mi falo pide atención.
Vamos por la cuarta, te enseño unos secretos después de que yo me venga y verás que eso tiene arreglo. Incrédulo dice que no es cierto, que eso es así y ya. Mijo (tito), eso es como aprender a hacer pipí, cuando eras bebé se te salía sola, de mayorcito aprendiste a no dejarla salir, es exactamente lo mismo, sólo que aprietas un poquito diferente. Sus ojitos llenos de esperanza me cuentan que es algo que en realidad necesita así que está dispuesto a pagar cualquier precio. ¿Es neta? Sí. Enséñame. ¿Qué me das? Lo que quieras ¿En serio? Sí. Conste.
Acepto. Sí, lo sé, soy un culero de primera.
Sobre la marcha repito la jalada doble y las inspiraciones profundas. Le funciona. Sorprendido. Le levanto las piernas, yo mando, le rozo la entrada del ano con la punta de mi verga, este wey ya es mío. Protesta. Nenenene, aceptaste. Bueno, ya qué. Le pido que apriete el culo, no se la he metido, se resiste pero convenciéndolo que es parte de la terapia accede. Haz de cuenta como cuando te aguantas de mear. Ándale, así mero, una, dos, tres, cuatro veces, así. Despacio. Veo su esfínter cerrarse, me saboreo. Cuando sientas que te vas a venir aprietas eso, así. Se sorprende. Bueno, ahora lo mismo pero conmigo adentro, se ha perdido entre lo caliente, su curso antiprecoz, lo firme de mi falo y sus experiencias nuevas. Estoy adentro gracias a la orden extra de lubricante. Eso, aprieta. No mames, nomames nomames que rico se siente. Sus ojos muy abiertos me lo confirman. Despacio, yo cuento, concéntrate, uno, entro, dos, aprietas, tres, salgo, cuatro, aprietas. Eso es, lo estás haciendo de maravilla. Tres series de diez, sí, las conté; el ritmo aumenta porque yo ya estoy cerca. Lo ves, ves que sí funciona. Un asentimiento de cabeza me dice que sí entendió. Ahora sí, a venirnos los dos. Me salgo y nueva masturbada doble. Casi y detengo. Aprieta y respira. Lo logra. Dos veces más le demuestro que él manda. Finalmente le digo que nos dejemos ir. Leche.
— No mames, wey. No te creía cuando me dijiste que se puede controlar.
— Pregúntale a tu maestro —su torso y cuello bañados en leche. Mucha.
— ¿Me vas a enseñar más?
— Si vienes seguido sí —le limpio con toallitas húmedas
— Sí, we, quiero que me enseñes para durar más con mi chava.
— Bueno, te dejo tarea, cuando vayas a echar una firma, a mitad de la meada detienes el chorro como te enseñé. Lo sueltas, lo paras, así las veces que puedas. ¿ok?
— Sí, siempre que vaya a miar lo voy a hacer y me acuerdo de ti, men. Eres con madre.
— A parte de cabrón, sí, también soy con madre. Vámonos, Speedy.
Unas cuantas lecciones más lo convencieron de que lo suyo son las viejas. Pero de cualquier manera viene de vez en cuando por el desempate.
Respira hondo.
Bueno un 4-1 no está nada mal.
ResponderEliminarYo después de la segunda lo hubiera tirado a la calle.
Pero veo que me falta malicia uno nunca sabe de dónde va a salir un buen polvo.
Tu verga tiene poderes hipnóticos, estoy convencido.
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