Drive boy dive boy
Dirty numb angel boy
In the doorway boy
Born Slppy
Uno nunca sabe dónde te va a asaltar el libido por ello siempre debes traer el arma lista para desenfundarla, afilada y jugosa, a la mano y a la boca.
Por el lugar común de una noche oscura y una calle solitaria me dirijo a mi destino deambulando por el centro de la ciudad. Recargado en la pared me encuentro un tipo en sus veintytantos esperando algún camión, supongo. Procedo a hacer lo que me sale muy bien: hacerme pendejo como si yo también fuera a esperar un camión que sé no necesito. Lo veo bien, el tipo es un poco más bajo que mi uno ochenta y cuatro, carita de chacal mataputos, bigotito incipiente, camisa del equipo local, pantalón claro de mezclilla, tenis sucios, mirada retadora. Se coloca la mano en el cinto apuntando su índice al sabroso paquete. Capto.
Se ha colocado a mis espaldas cerca de la bocacalle, me giro lentamente como buscando en el horizonte el camión que habrá pasado hace más de una hora. Nuestros ojos se encuentran, a webo, si ese era justo el pretexto y la intención. Justo a la vuelta de la esquina hay un portal en un edificio de los tantos abandonados del centro de esta jodida ciudad. Me invita. Jalo.
Es un zaguán estrecho iluminado por el alumbrado público. Sin prisas, sin nervios, sin tensión inició el juego una vez instalado en el discreto portón a un par de metros de él, ya sabes la sana distancia. Me agarro el paquete y él se convierte en mi azogue. Se le ve bien el bulto mientras disfruto tocarme el pito que siento ya alborotado. Hace lo que hago. Bien, niño, bien. Empiezo lento a desabrocharme el cinto, no se acerca, evita reducir ese par de metros que nos separan. El tintineo de su cinto siendo desabrochado anuncia cosas buenas. No hay prisa, no comas ansias, dásela a desear. Me la saco mostrando casi la totalidad de mi erección a punto de completarse. Mi reflejo me imita y me muestra un delicioso trozo de carne, amplio, largo, grueso sin llegar a la exageración, con el prepucio a punto de la retirada. Avanzo un paso, el mismo que él retrocede. Capto el juego. Insisto, jalo.
Hace calor así que mi playera de starwars vuela sobre mi cabeza sin quitármela, quedan al descubierto mis pectorales y torso, me imita, genial, mi padawan, y su playera en retirada me deja ver unos tan deliciosos como insospechados marcados abdominales. Baia, baia, esto me la pone más dura y se nota y lo nota y su verga también entra al juego de los reflejos y da un respingo al ver mi abdomen plano con vellitos. Nuestros ojos se encuentran, las pinches sonrisas de dos cabrones en celo nacen. Avanzo un paso con la novedad de que ahora no retrocede. Vamos bien y el ambiente se llena de esa tensión sexual perfumada por la delicia de la testosterona.
Me empiezo a masturbar lento frente a un pelado tan bueno que con eso consideraría completa mi noche. Ya sabes, hace lo que hago. Le veo la verga erecta y es una delicia, sus vellitos cortos y sólo los necesarios para saber que ya es un hombre y no un efebo. Acelero el ritmo en mi carne y sin sorpresas hace lo mismo. ¿Nunca te has calentado hasta la madre mientras te masturbas desnudo frente al espejo admirando tu cuerpo en plenitud? Deberías probarlo, es muy cachondo y bueno para la autoestima. Detiene las manualidades, la toma de la base y la mueve hacia arriba y hacia abajo, claro me la está dando a desear. Ahora quien funge de eco soy yo, hago lo mismo, exactamente lo mismo y no dejamos de vernos los trozos, doy un paso más y sólo se recorre de lado unos centímetros. Casi lo tengo.
Presiono un poco y le ponga la punta de mi verga junto al precum que asoma de su meato. Me detiene con la palma de su mano a la altura de mi plexo solar. Está caliente, estoy ardiendo, está genial. "Qué rol eres", inquiere con una voz de barrio, de machín, de cabrón a punto de caer. No ha dejado que se toquen nuestras carnes. Activo, afirmo mostrándole mi trozo y regresándole la furtiva caricia, mi mano en su pecho. "Yo también" me dice balanceando su carne. No hay pedo, puros espadazos, propongo. Sonríe sin dejar de tocarme el pecho, ni yo su pezoncito izquierdo con un pircing, "sí, así sin meterla está bien", propone sintiéndose seguro. Dos de espadas, vamos de gane. El permiso está concedido, empuño mi arma y muestro mi estrategia. Dejo deslizar mi palma por su costado y la llevo al frente a la altura de su ombligo navegando en sus notorios abdominales. Él se jala la suya, yo la mía como dos heteros curiosos, calientes, casi bugas, sin besos porque eso es de jotos. Ja, qué recuerdos de mi pubertad.
Le suelto sin pena ni joterías "estás bien rico, cabrón" mientras agasajo lo que puedo de su torso con mi mano libre. "Ya sé" me contesta el muy cabroncito hijo de la chingada sonriendo y sobándome todo el pecho, "pinche modesto" le digo mientras le sigo sobando todo lo que puedo sin tocarle la verga. "¿Y qué querías que te contestara, que no es cierto?" dice mientras me presiona el pectoral izquierdo con fuerza y, al fin mi reflejo, regresa el cumplido "si tú también estás bien macizo y trabado, perro" me dice. Puta, esto está más caliente que estar a punto de cogerme a un jotito brincón. Las manualidades arrecian en fuerza y ritmo. Nos pasamos corriente juntando las puntas, este vato es un hombre que tiene enfrente a uno tan deseoso como é, tan erecto como él, tan ganas de algo más pero esa reticencia es lo que nos tiene tan calientes y tan putamente erectos y duros.
Pasamos minutos masajeando furiosamente nuestras respectivas erecciones con una mano y con la otra sobamos los torsos bien formados, lampiño el de él, velludo el mío. Palmas raspando la piel, dedos estrujando carne firme, no hablamos más, todo se da por miradas y agarrones. Respiraciones profundas y calientes porque ya nos hemos dado permiso de estar más cerca. De pronto algo lo traiciona y se pone de ladito. Sé que sabe que está bien pinche bueno de todas partes, ignoro si es gimnasio o el jale de machetero, tiene unas nalgas preciosas. Y claro, yo soy activo y como sé que él se asume igual, si me agacho a mordérselas se asusta, se sube la trusa de soriana y se va. Me conformo con darle una nalgada bien puesta y un estrujón bien dado. Me gustas para ya sabes qué, le suelto. Se ríe y me reprende, "no seas joto" mientras me da un apretón de verga junto con unas cuantas estocadas en mi carne. Le regresa lo machín y se pone de frente nuevamente y vuelve su palma a mi pecho. Seguimos la puñeta más cachonda de la semana.
"¿Nos venimos?" Propone. Hombres de pocas palabras contesto "va" mientras le indico con la cabeza que tenemos público, el par de cabroncitos que dejamos en la parada se las soban mientras nos ven hacer. "Mejor" dice mientras se para frente a mí acelerando la puñeta. No contesto, me deleito viendo su cuerpo, oliendo su sudor, sintiendo sus latidos, buscando su mirada que me regresa con una sonrisa cabrona, entrecierra los ojitos porque, lo sé, está a punto, me lo dice su cuerpo tenso, su empujón rudo a mi pecho queriendo alejarme pero feliz de que me resista y me acerque más. Su cara al cielo y los chorros de leche caliente en mi abdomen. Y, recuerda que soy su reflejo, mi semen vuela y pega con fuerza en sus abdominales marcados, suelto un bramido, escurren espesos hasta su ombligo y sus vellitos púbicos. Me dedica un final apretón de pectoral. "No mames, los tiras bien calientes". Así me pusiste, perro, le digo mientras las ropas vuelven a su lugar.
Sale, dice.
Va, contesto.
Pocas palabras, muchos hechos bien hechos.
Y mucha leche de la que disfrutamos su afrodisíaco olor camino a nuestras respectivas casas.
Amo la baraja española.
Ceterro
270523
