Vecinito voyeur.



¿Ventanas?
Bitch please.

Aun con la tencnología de punta que nos facilita los encuentros virtuales no dejan de tener un cachondo encanto los encuentros frente a frente, aunque sea a distancia.

Llego de andar puteando, errr..., perdón, recorriendo las calles del centro en busca de los niños perdidos. Creo que Peter Pan se me adelantó y ya los ha de haber metido en la cama. En la suya, claro. Nada, calles desiertas y mi pilín como la tecnología: de punta. Son las dos de la mañana, llego a mi casa, estaciono el auto y al abrir la puerta me percato de la luz encendida en el cuarto de mi vecinito. Me ve llegar desde su planta superior, sin camisa el niño me muestra su buen cuerpecito.

Subo las escaleras, en su descanso hay una angosta ventana que da a la calle y que me deja seguir viendo al vecio atento a mi proceder. Es lindo, tal vez en los primeros veintes o en los últimos diecis. Siempre nos hemos saludado en el afán de buenos vecinos que seguramente se leen entre líneas el precio y las intenciones. Sí, yo me las huelo. Pues veamos de qué va.

Entro a mi recámara y noto en mí aún la erección provocada por la falta de acción, nada mal me dice el espejo, bastante caliente me dice mi mano, por qué desperdiciarlo se pregunta mi morbo. Y le concedo toda la razón, voy de nuevo al rellano de la escalera y el niño sigue descamisado aunque no atento a mí. Su ventana es mayor que la mía, de hecho es una puerta corrediza de cristal que da a su balcón, veo su cuarto con la gran pantalla plana moviendo carne, ignoro si buga o gay pero aseguro que de Disney no es. Su bracito me indica que él también está moviendo carne. Bien, andamos en el mismo canal.



La paciencia y mi sapiencia me hacen apostar que el niño buscará de nuevo mi silueta en la ventana, me detengo con la camisa abierta y el pantalón deabrochado. Paciencia y serenidad, y erección, mi querido Solín, ni modo, ahora es solín porque no levanté a nadie.

Bingo, mis clases de chamán funcionan y el niño está de nuevo frente a la ventana viéndome directamente, su escritorio le pone misterio al asunto, en otras palabras, me estorba para verlo como yo me empiezo empiezo a poner, no, erecto nó, así ya estábamos: complétamente desnudo. Abro más mi camisa mostrándole mis pectorales, he captado su atencion; acaricio los vellos de mi abdomen siguiendo el caminito a mi trusa apretada, se ponde de puntillas; la camisa cae, el escritorio se mueve; ahora hay que estar en igualdad de circunstancias: el niño me muestra su desnudez, erección al cielo incluida, hago lo propio y me bajo el pantalón; se empieza a masturbar cambiando el motivo de su puñeta, ya no es la pantalla porno, es su vecino caliente. No es hora de que pase nadie por la calle salvo algún carro desvelado, nadie a pie, no vecinos fisgones que compartan el espectáculo. O al menos eso queiro creer. ¿Ventanas? Supera esto, putito Bill Gates.


Los dos estamos desnudos masturbándonos para el deleite del otro. Y el propio. Me hace gracia que ahora ha abierto la puerta corrediza y salido al balcón, es otoño y el clima es fresco pero la piel claiente. Le vale madre y se acerca al barandal, debo agradecer al poste de luz mercurial que lo ilumina perfectamente bien. Yo no tengpo balcón pero sí mi sombra, la luz de la escalera proyecta mi sombra en la pared y agranda la silueta de mi verga erecta. Se prende, lo sé porque le da más duro a la carne.

En casos como estos se extraña el tecladito del chat o el micrófono de la diadema para pedirle que se empine y me enseñe el culo. Los rudimentos del primer lenguaje de la humanidad siguen funcionando y las señas que le hago las entiende a la perfección: Se ha agachado mostrándome la delicia de su tesoro mientras separa con sus manos las nalgas, semilampiño está bien para mí. Veo su cara de cachondo entre sus piernas. Así yo sí te ensarto, nene. Me tiene a cien.


 Cojo una revista que tengo a la mano, Mecánica Popular, es la neuva y ni la he leído, inguesú, mi esencia quedará para la posteridad en algún alrtículo que habla de la dureza de las maderas. Mi palo duro, qué jodidos. Él ha hecho lo propio en el folletito de las ofertas de Soriana. Levanta el pulgar y yo también le doy like.


Al amanecer del día siguiente, al salir al trabajo, me encontré en mi buzón las ofertas almidonadas de Soriana; Regreso y dejo en el porche de la casa, al alcance de su vista y de su mano, la Mecánica Popular en las mismas condiciones.

Esto pinta bien.
Y huele mejor.

 


Con dedicatoria para un muchachito al azar.