“A
esa edad traen toda la leche adentro”
Mi
entrenador.
Blue tiene los ojos azules. Dieciocho años y desde que entró a nadar me empezó
a dar pistas para sospechar que es de gustos exquisitos. Vamos por orden.
En agosto llega a nadar un muchachito acompañando de su mamá. Primera
pista. Es saludador, juguetón y platicador. Lo meten en mi carril y no trae,
aún, tanta condición. Su mamá me tira los perros desde el carril de a lado
pero… señora suegra, usted no es el material que yo trabajo. Sin gogles lo
bautizo como Blue.
En septiembre mis horarios hacen que llegue antes que él, en un descanso
simulado a la orilla de la alberca me doy tiempo de admirar su cuerpecito, es
delgado, no marcadín pero ahí la lleva, se quita la gorra, la sudadera, el
pants y los tenis. Me deja admirar sus piernas en formación, su abdomen plano,
sus licras negras con raya roja apretaditas del paquete y del traserín. Va
bien. Una pulsera en el tobillo la segunda pista. Mami suegra me sigue sacando
plática. Él nada en mi carril y me saluda.
Octubre trae competencias y ya nada casi a mi ritmo, su cuerpo empieza a
marcar los cuadritos del abdomen, se le ve buen paquete. El entrenador nos
fuerza y definitivamente la juventud se empieza a imponer, nadar de mariposa me
mata y él lo hace de maravilla. Agarro aire en la punta del carril haciendo
bucitos y, claro, aprovecho para admirar su cuerpo bajo el agua, su humanidad
estirada, sus músculos tensos, su abdomen lampiño rematando en su paquetito
atractivo. La vuelta de campana me deja ver las buenas nalgas que le están
formando. No mames, le digo al entrenador, ya no le puedo seguir el paso. A esa
edad traen toda la leche adentro, lo dice de una manera tan evocadora que
decido tomarlo como una pista más. Blue, Blue, hoy te dedicaré la puñeta más
cachonda del día en las regaderas.
Noviembre mueve mis horarios y los de él, coincidimos en los vestidores,
empieza a refrescar y ya somos menos nadadores, menos por el hecho de que en
las regaderas no hay agua caliente. He salido de bañarme y me lo topo sentado
en las bancas, me saluda sonriendo y me dedica una mirada de arriba abajo,
siento que me acaricia el cuello con mis gogles puestos en él, los pectorales
que ya me dejan nadar de mariposa más de quinientos metros, el abdomen que se
refuerza con cada patada de delfín, los muslos que me traen en la bicicleta,
las pantorrillas que me llevan a Chipinque cada fin de semana. Lo sé, me está devorando con sus pupilas y su erección me
empieza a saludar. Lo complazco y me quito la toalla delante de él con una semi
erección. Responde en seguida y mientras uso la toalla que me cubría para
secarme el cabello me doy la habilidad para observar el ensanchamiento de su
pene. Se ha quitado la licra mostrándome su pubis y un buen trozo de carne a
punto de cobrar más vida. No puede saber que le estoy viendo su tesoro con mi
toalla en la cabeza. Repentinamente dejo de secarme y la coloco en la mesa
donde ponemos las mochilas. Lo he sorprendido mirándome la verga a medio
erectar, se pone sus boxers aguados que mal disimulan su incipiente erección,
un shorts apresurado y los tenis sin calcetas. Un “hasta mañana” sonrojado es
su despedida. Que bueno estás Blue; tú y tus pistas.
La primera semana de diciembre se lleva mucha gente que le teme a nadar
con frío y nos deja a los locos y masoquistas, o a los que padecemos ambas
cosas. Hoy amanecimos a cuatro grados centígrados, he llegado en bicicleta, la
alberca parece un caldo despidiendo vaporcito en el helado aire del domo de la piscina.
Los vidrios empañados y los entrenadores acurrucados en sus sillas con un
acompañante, es Blue que tiene frío y le piensa mucho para meterse a nadar. A
mí me vale y empiezo los cuatrocientos metros de afloje, los termino y lo reto
a meterse. Dice que no y que desde ahí me ve. Sigue una pirámide y él sentado en
la silla abriendo y cerrando las piernas, podría jurar que tiene una erección.
Yo también. Desde el otro extremo de la alberca veo que el entrenador sale del
domo y momentos después Blue se dirige a los vestidores. Termino esos mil
metros y le digo, una vez que ha regresado y curiosamente también el
entrenador, que ya se meta, los entrenadores le insisten, ándale, no seas
webón, ya métete a nadar, mira que tu mamá ya va a terminar. Finalmente lo
convencen y empieza a mostrarme piel. Yo lo miro desde la carrilera y me
deleito con ese cuerpo ya más trabajado. Cuadritos sin vellos, muslos firmes,
nalgas y un buen paquete. Se acerca cuidadoso a la alberca para meter un pie y
ver que tan fría está el agua. No lo está pero el entrenador aprovecha para
aventarlo a la alberca. Un grito bastante jotero me de una pista más firme y
consiente de que a este wey le encanta la verga. Todo mundo pasa por algo el
gritito maricón levantando la ceja. Nadie dice nada y él parece apenado. Cositas.
La segunda semana de diciembre se ha llevado más gente y nos ha traído
un regalo adelantado: los clavadistas. Desde la orilla de los carriles vemos
esos cuerpos deliciosos formados como producto dietético: cero grasa, sólo
proteínas: Puro músculo. Tienen alrededor de la edad de Blue pero se lo llevan
en musculatura por bastantes cogidas que yo sí les daría. Seguimos nadando. La
suerte y no otra cosa, nos deja terminar nuestros tres mil quinientos metros
unos instantes antes de que ellos acaben su rutina de clavados. Coincidimos dos
nadadores, dos clavadistas y dos adultos de la tercera edad en los vestidores.
La siguiente pista: A Blue se le hace agua la cola nomás de verlos. ¿Qué cómo
lo sé? Fácil, a pesar de que ambos clavadistas parecen tener cuerpo de delfín
uno está muy chaparrito y se ve… digamos que curioso, es el primero en irse.
Después los dos ruquitos y nos quedamos los tres. El clavadista tendrá la edad
y estatura de Blue, es sólo músculo por donde lo veas, cuello, brazos, abdomen,
esas líneas musculares que se le meten al traje de baño al lado del ombligo,
las muñequeras delatando los putazos que se da al entrar al agua. Una delicia.
Pero no sólo lo veo a él, también observo a Blue que no le puede quitar la
vista de encima, se sienta en la banca y se quita la licra colocando la toalla
sobre su regazo mientras la detiene con los dientes, le veo los pelitos
púbicos; se le nota el palito parado, coge
sus boxers aguados y se los mete sin ponerse de pie y sin quitarle la vista a
Clavadista. Aquel se ha dado cuenta y nos deleita mostrándose completamente
desnudo. Una delicia que erecta mi falo. Me pongo de pie y le muestro lo que ha
provocado, toma su toalla y parece que lo que le muestro le causa el mismo
efecto, esos roces lentos y vicariales con las toallas entre él y yo deleitan a
Blue. La cosa se ha puesto bastante gay y a Blue lo llama su mamá desde afuera
del vestidor, torpemente se termina de medio vestir y sale apresurado, ese
repentino reconocimiento de erecciones hace que Clavadista también se vaya
rápidamente. Una pista más que me la ha puesto dura.
La tercera semana de diciembre, y última del año en que vendremos a
nadar, será nuestra despedida. Pienso que extrañare a mi motivación. Hoy
terminó después de mí. Me estoy rasurando en los lavabos vistiendo sólo mi
toalla. Veo que entra y no me ha visto, ha de pensar que estoy en alguna de las
regaderas por el agua que se tira en la que no cierra bien. Sin hacer ruido
termino de enjuagarme y me cuelgo la toalla al hombro y me dirijo desnudo hacia
donde está. Sorpresa, está con los ojos cerrados oliendo mi traje de baño y sobándose
el paquete. Oh. Mis tripas sienten el baño de adrenalina y mi pene el de
testosterona. Estoy erecto. Abre los ojos y le sonrío mientras le muestro mi
verga endurecida. Responde al instante. Me acerco y junto ambos falos después
de bajarle lo necesario la licra, estamos ardiendo. Me soba los pectorales y me
pone los labios con sus ojos cerrados para que le plante un beso. Lo beso, y cargado
lo meto a la última regadera. Es listo, ha cogido ambas toallas y la primera la
deja en el penúltimo cubículo y cierra esa puerta. La otra en donde nos
encontramos mientras también cierra la puerta. Faje a morir, besos que nos estuvimos
aguantando desde que nos conocemos, puñetas que nos dedicábamos en estas
regaderas sin estar mutuamente presentes. El agua fría no nos quita lo
caliente, lo he colocado hacia la pared y me he agachado para dedicarle un buen
beso negro, le separo las nalgas y ahora entiendo las escapadas del entrenador
y aquella su alegórica frase: Toda la leche adentro. Ja. Cabrón. Por algo lo
decía; sonrío mientras veo correr un chorrito de semen de ese culito lampiño, te
acaban de coger, putito, pienso mientras me lleno la boca de agua y se la
escupo en el orto para que se quite las huellas de aquel cabrón. Mi lengua nada
de crawl en ese chapoteadero. Gime despacio y el agua amortigua los sonidos. A
la verga digo y le doy. Lo he clavado sin misericordia ni lubricante, Lo sé, le
dolió pero a ambos nos vale madre, se mueve como toda una niña, se clava mi
falo y me siente dentro. Lo empíno y no dejo de ensartarlo por un instante,
nuestra condición física se demuestra cogiendo, es la cogida más intensa que he
dado… en estas regaderas. Me siento en la banquita de madera que está en el
cubículo y él sobre mí, Sentones de Blue y clavadas mías son la combinación
perfecta para que su leche vuele a la pared de la regadera y que mi dotación de
semen le inunde el culo. Nuestras agitadas respiraciones, igual que en la
alberca, no tardan en recuperar su normalidad. El grito de mami suegra lo llama
y corre a vestirse. Me quedo sentado con mi verga semierecta bañada en leche. Espero
verlo el próximo año de la misma manera.
El cabrón del entrenador me topa en la salida de los vestidores y me
dice “¿Ves que sí traen toda la leche adentro?” Puto.
Seguí las pistas de Blue… y me fue muy bien.
13/12/11