Simplemente hay antojos irresistibles para mí.
Trabajo cumplido.
“Voy a ser tu mayordomo
y vos harás el rol de señora bien
o puedo ser tu violador
la imaginación esta noche todo lo puede”
y vos harás el rol de señora bien
o puedo ser tu violador
la imaginación esta noche todo lo puede”
Juegos de seducción
Soda Stereo.
Sirve de algo tener un trabajo que
te mantiene fuera de alguna oficina. Y te permite visitar otras. Vengo de hacer
un levantamiento de medidas en una planta industrial de Apodaca. Vengo
levemente sucio con mis zapatos de seguridad algo enlodados, mi camisa de
mezclilla un poquito sudada. También sirve de algo tener internet en tu celular.
Te detienes en algún estacionamiento, bajas, compras un helado, checas tus
redes sexuales, escoges el rumbo y voalá.
A coger.
“Tengo 23, estoy en la oficina, me
dejan solo hasta las siete, soy pasivo, buen culo, con ganas de una buena verga ¿vienes?” ¿Quién puede decir
que no a un mensaje como ese aparte de algún pasivo, un hetero o alguna mujer?
La oficina está en un barrio residencial,
de hecho es una casa que tiene montada una oficina y me abre el tipo que me va
a tener montado a mí dentro de unos instantes. Son las seis veinte. Me ve,
saluda, me pasa y pide que espere un momento. Imagino, porque no me interesa
preguntar, que es alguna oficina de alguna constructora o algún contratista,
veo cascos de seguridad, arneses, cosas de hombres rudos, pues. Claro que este
wey ha de ser el contador o el de relaciones públicas porque muy rudo no me parece, tal vez
sumiso. Y pasivo. Tomo un casco como el
que yo traía hace unas horas.
Me pasa de la sala a una de las
habitaciones que sirve de despacho, cosas de administración, archiveros,
escritorios y mamadas de esas. Checa correos, llamadas y no me quita la vista
de encima, me devora con la vista mientras me pongo el casco y me sobo el paquete.
Tiene una erección.
Obedezco y lo sigo a una de las
recámaras, esta sirve como almacén e incluso como dormitorio, o echadero: tiene
una cama. Le pregunto que si no viene nadie y me asegura que no pero de
cualquier manera le atraviesa un archivero a la puerta para que no se abra por
fuera. El riesgo excita. Y se me nota.
Una llamada en su celular. Ok, aquí
te espero. Cuelga y me dice: tenemos diez minutos ¿me coges? No espera mi
respuesta y desabotona mi camisa, he colocado el caso en la cama y lo toma y me
lo pone. Supongo que ha soñado que alguno de los chalanes que trabajan aquí
algún día le eche un palo después de la jornada laboral todo sudoroso, busca mis
axilas que aún huelen a desodorante, rudo y encabronadamente jarioso, baja por
mi abdomen que aún tiene rastros de loción, me desabrocha los pantalones y se le
ocurre algo; Toma un arnés y me pide que me lo ponga. Me hace gracia el fetiche
y le cumplo su fantasía. Y gozarás el rol.
Se ha hincado para mamarme el falo, me acaricia los pelos del abdomen y sube su
mano hasta mis pectorales, se agarra de los tirantes del arnés y cierra los
ojos, le toco las anginas con mi glande. Me dedica una mirada con la boca llena
mientras sus ojos ven los míos y se deleitan con el casco. Se ve tan cachondo
mamando de esa manera que le fornico la boca de manera cadenciosa y penetrante.
Me toca.
Lo tomo del antebrazo y lo jalo con
fuerza para ponerlo de pie. Le meto la lengua en la boca y cierra los ojos.
Acaricia mi pecho y toca el casco, me chupa un pezón. Sólo le bajo el pantalón.
Me agrada el cuadro: yo con pantalón de mezclilla y mi trusa blanca a la altura
de mis enormes zapatos de seguridad, mis muslos de ciclista como postes
sosteniendo mi torso, el arnés adornando mis pectorales, el casco me hace
sentirme macho alfa. Le arranco la camisa que ha perdido un par de botones, termina
en el suelo. Le muerdo el cuello y grita quedito y delicado, me prende y le
muerdo un hombro creo que con fuerza excesiva ya que veo la marca de mi
dentadura dibujada en su piel. Lo gozamos. O por lo menos yo. Le desabrocho su
pantalón y le exijo que se lo quite. Fuera Dockers y boxer aguadito. Lo giro
sin piedad y lo hago que se hinque sobre la cama. Su camiseta de tirantes
blanca se la subo hasta media espalda. Sus calcetines oscuros hacen contraste
con la piel pálida de sus pantorrillas. Él casi desnudo yo sólo erecto con la
ropa en los tobillos y mi papel de albañil violador. Va.
Escupo en mi mano y le mojo el culo,
le pido que escupa en mi mano y su saliva va en mi falo. Dentro. Supongo que le
dolió por la manera en que apretó sus puños sin mencionar el grito ahogado que
soltó cuando sentí su culo caliente vencerse ante mi embate. Duro. De reojo veo
el reloj de pared. Nos quedan cinco minutos. Fuerte. Lo agarro de su camiseta
para jalarlo hacia mí. Ver su culo levantado a mi entera disposición, su
espalda en bajada hasta su cuello, tomarlo de su cintura y darle con fuerza me
pone más duro. Se da cuenta.
Lo jalo de los cabellos para que se
levante, se deja, lo penetro hasta el fondo y levanta uno de sus brazos y toca
el casco, el dichoso casco. Le damos más fuerte hasta que siento la leche
escurrir por su verga alcanzar mi mano que lo aprisiona por su base. Su culo me
aprieta y me pide que me venga. Lo aviento nuevamente sobre la cama para
dedicarle los últimos empellones. Dos, tres, cuatro empujones con violencia al
compás de mi eyaculación. Su culo bañando en leche. Me salgo sin delicadeza y
veo, después de un breve instante, el geiser de lácteo respirar con los
espasmos de su esfínter. Antes de que termine ese espectáculo mis pantalones
están en su lugar y abrochados. Se gira con el culo adolorido, y me quita mi
disfraz, el casco lo pone con delicadeza en la cama, el arnés me lo quita como
si fuera una camisa de seda. Se escucha una camioneta en la calle.
Tomo mi camisa de mezclilla y él se
viste apresuradamente. Me ve, me regala un beso mientras acaricia mi barba
rasposa con su mano delicada. Se ha vestido rápido y mal. Se queda en la
puerta, supongo que correrá al baño a terminar de arreglarse y sobarse un poco
el culo. Salgo justo a tiempo, quien conduce la camioneta está ordenando a los
pelados que viene atrás que bajen el equipo. No les parece en absoluto nada raro ver a un
peladón salir de esa oficina. Una entrevista, han de pensar.
Ahora entiendo toda su fantasía.
Trabajo cumplido. Y bien cumplido.
17/Nov/11
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