El Becerro Vampiro

Madrugar en domingo es sano.

Más si es por echar un palo.

La mejor hora del día no es el crepúsculo de los vampiros. No, tampoco el amanecer. La mejor hora de día es cuando metes la verga en un culo apretado. ¿O no?

Oscuro. Suena el celular. Duermo desnudo. Vuelve a sonar. Manoteo para encontrarlo. Suena. No mames, son las cuatro veintitrés de la mañana. Suena una vez más. Es Becerrito. “Eh, we, estoy aquí abajo enfrente” “Sí, ya voy, espérame en la puerta.” “No, we, después me ven. Abres y me cruzo rápido la calle” “Son las cuatro de la mañana ¿quién chingados te va a ver?”. Sordeado hasta el culo.

Sabe que bajaré las escaleras del edificio de departamento vistiendo sólo camiseta larga y tenis. Los vecinos duermen. Sé que viene de acompañar a sus amigos de los teibols, de seguro se calentó viéndolos erectos rozar las nalgas de las teiboleras. Abro el portón, se escabulle casi corriendo, sube los escalones, entra al depa, se va a mi cama. Viene tomado pero no ebrio, caliente pero no virgen, desvelado pero muy ganoso. En lo que tardo en cerrar la puerta y subir sonámbulo a mi piso él ya me espera desnudo en veinte uñas en mi lecho. Pelo largo.

Empieza a mamar cómo sólo el sabe: profundo, desesperado, ruidoso. Yo de pie al lado de la cama, mi verga adormilada responde a esa succión fuerte, a deshoras y caliente. Los vecinos no oirán esos sonoros chupones. Me quito la playera. Aliento dipsomaníaco.

Después de un rato me recuesto en la cama y él sigue prendido. Veo mi falo con la luz de la calle, cubierto de saliva, venas saltando, cabeza hinchada, se siente riquísimo. Su boca sube y baja sin descanso, parece becerro hambriento. Bombeo al ritmo que mueve su cabeza. Espalda marcada.

Me giro en la cama y el termina a mi lado, siento sus anginas en la punta de mi falo, empujo firme, me está despertando, se la traga toda, empieza a clarear, casi se ahoga, la saco un poco, le acaricio las nalgas. Culo caliente.

No le pregunto porque ya sé la respuesta, quiere que me lo coja, mi falo también. Nalgas velludas. De perro. La pose no las nalgas.

Recuerdo el día que lo conocí, fue a mi trabajo en horas no hábiles, siempre ha traído el pelo largo recogido en una cola de caballo. Estaba con un amigo que sabe qué pedo conmigo, lo invité pero no a muchos caballeros les gustan las cabelleras. Y menos si son pasivos. Lo pasé a un cubículo y le enseñé el manjar, no se hizo del rogar y de rodillas empezó la succión. No lo puedo llamar de otra manera dados los decibeles que llegaban hasta el cuarto contiguo donde mi amigo le endilgó el mote de “Becerrito”. Lo dejé hacer por un buen rato, yo erecto y él encantado, lo puse de pie, me llegaba a los pectorales, cuerpo compacto, le quite la ropa, le chupe el ombligo, le pase la lengua por los huevos, casi se viene, lo controlo. Las piernas fuertes y velludas, me recuerda a un Hobbit. Le doy la vuelta, culo en bosque, el señor de los anillos, lengua en monte. Gime, no hay cama pero hay sillas, se arrodilla en una y le clavo la lengua, más gemidos, dice cógeme, condón presto, falo adentro. Grita, era virgen, lo siento, no más, me detiene con una mano mientras su cabellera cuelga tras el asiento de la silla. Aprieta el culo y mi verga se endurece más. Empieza el bamboleo, llora al tiempo que me pide que lo nalgueé, esto se pone perverso. La silla parece mandada a hacer para coger primerizos de buenas nalgas. Nalgada firme, pide más fuerte, no sé si la cogida o el castigo, arrecio con ambos. Su trasero se pinta de rojo, su culo succiona mi falo. Me encanta ver esto. Entro, salgo.

Entro y salgo, pero ahora estoy de pie frente a mi cama en el amanecer de un domingo, ya no llora, me dice que la primera vez le destrocé el culo y llegó a su casa sangrando pero feliz. Se acordó de mí por tres días. Puto. Ahora el carga el lubricante y ya le agarró el modo, pide nalgadas y más fuerza. Al cliente lo que pida. Pienso que cualquier otro sí resentiría estos empellones, la calentura lubrica, el alcohol dilata, mi verga cumple. Le jalo ambas piernas y lo convierto en carretilla, mi pene erecto de eje lo sostiene, él se mueve más. Lo tiro al colchón y me monto, lo agarro de los hombros para jalarlo hacia mí. Gime, Pégame. De lado, un rato más, bocarriba y él se da sentones. Todo un experto en unas cuantas cogidas. De aquel curiosito cachondo y llorón, a toda una puta en la cama. Escribimos nuestro kamasutra pero no hay quien lo documente. Se me ocurre una cámara, pero se me olvida frente a la sensación del orgasmo. Aún no, chilla. Como buen controlador, controlo. Sufre. No sé cómo hemos vuelto a la posición de origen, el perro cachondo, saco completo y admiro mi obra, un culo que no se cierra y me espera ardiendo que entre de nuevo. Complazco. Las mil una metidas nos hacen comprar un pedazo de cielo. Me vengo a chorros en ese hueco abierto. Algunos entran, otros escurren. Entro, resbalo, no se me baja. Quiere más. El segundo sin zacate. Seguimos cogiendo mientras el amanecer toca mis cortinas y yo pellizco sus tetillas. Finalemente se viene y yo de nuevo adentro de él. Pinche cogidón. As usual.

Ahora viene lo bizarro. El becerro es vampiro. La luz del sol lo ahuyenta y le quita lo joto. Es hora de huir. Se viste hecho madre, el culo le escurre y termina en su mezclilla. Le pido chance de vestirme pero muere por salir corriendo; me ofrezco para llevarlo a su casa, dice que nos pueden ver, como si hubiera alguien; quiero bajar a la puerta, dice que los vecinos sospecharían, como si me importara. Finalmente bajo a cerrar la puerta después de su huída y lo veo buscar las sombras de los edificios cual ladrón de semen. Se topa con el vendedor de periódicos y casi se lanza a correr.

Becerrito, becerrito, esperaré unas cuantas semanas que salgas de antro con tus amigos, se te quite la cruda, el dolor de culo y vengas en la madrugada por tu dotación de sangre y leche.



Chiskis



Con la narcoviolencia a todo lo que da en Monterrey ya no es seguro andar puteando a medianoche solo por las calles oscuras. O iluminadas, da lo mismo. Por eso ahora casi siempre invito a mi amigo Beto a buscar incautos.

Y aquella noche no andábamos precisamente buscando víctimas, íbamos a buscar qué cenar. Pasamos por un Super 7 y vimos a un monito hablando por celular, bajé la velocidad y doblé la esquina justo donde estaban los cines de Gigante Central. Lo genial de tener alma de ecotaxista es que conoces la ciudad como el culo de tu amante. Una vuelta por el estacionamiento y salimos nuevamente a la tienda de inconveniencia. No estaba. Puta madre, se nos peló, pensamos.

Pero pensamos mal, una vez retomado el camino, mañosamente a baja velocidad, lo vimos a la vuelta del cine. Creo que se lanzó tras nosotros en la primera vuelta. “Ando buscando a mi primo porque no ha llegado a casa” buena frase para iniciar una aventurita.

Trae cara de asustado, samaritanamente lo llevé a casa de una tía, el primo no estaba, pero también le noté la cara de curioso porque preguntó “¿y ustedes a dónde van?” Mmmh. Las miradas chocan en el retrovisor, Beto levanta el pulgar y Chiskis viaja de copiloto. Vamos a una casa sola que tengo en Sanico a recoger unas cosas ¿nos quieres acompañar? Bueno. Perfecto dije yo.

El trato: Beto sale a “casa-de-un-vecino-por-unas-cosas” y yo hago el trabajo sucio: Convencerlo. Va: Mira, la verdad Beto y yo venimos a tener sexo, pero te nos atravesaste y aquí estamos ¿cómo ves? Digo mientras lo acorralo en un rincón del cuarto casi vacío. Por mí no hay problema, yo los espero mientras tienen sexo. Le toco el paquete. No, por favor. Está erecto. No, por favor, por favor. ¿Y si te nos unes? No, yo, no, yo… no… yo nomás veo. Se lo sobo. No, de veras, no. Camina hacia atrás, me saca la vuelta, pero no retira mi mano de su verga erecta. No, Carlos, por favor, repite mi nombre artístico diez veces. Lo guío a la sillita de mamar. Cae.

Me arrodillo luchando por desabrocharle el pantalón, se resiste juguetonamente. Vamos ¿a poco nunca te ha tocado un vato? Dejo de luchar y sólo le sobo el paquete ya que he desabrochado el cinto, el botón del pantalón y bajado un poco el cierre. Cede. Le pido que me platique su experiencia mientras le acaricio el abdomen. Beto no tarda en regresar, conocemos nuestro timing. Seguramente ya está escuchando todo detrás de la puerta. Si es que en realidad se fue.

“…Fue una vez allá en el pueblo de China, N.L.A.N. (es decir Nuevo León Antes del Narco). Me quedé con un amigo en su casa, íbamos a hacer tarea, bueno sí la hicimos; Me invito a quedarme porque ya era tarde...” Mis manos recorren el abdomen, las tetillas, el bulto. “…yo estaba despierto pero con los ojos cerrados, sentí que me toco la pierna y no hice pedo…” ¿Así? Pregunté “…Sí, y siguió hasta subir por mi pierna y tocarme el bulto…” Hacía lo que me contaba y no sé si lo inventaba pero estoy seguro que esta noche lo gozaba. “…me la empezó a mamar…” Se resistió pero tuve esa carne en mi boca, sus manitas jugando a que alejaban mi cabeza todo en un sabroso simulacro. “…Y yo me dejé chupar, no hice pedo…” ¿Amgsij? Pregunte con su buen trozo en la boca “…ah, (suspiró), sí así. Después se quitó la ropa mientras me la mamaba… (Gemido profundo)… y así, sin más ni más… (Su glande en mis anginas le arranca otro gemido)…se me sentó encima de mi verga… y se le fue toda hasta adentro… y…”

Y que el importuno de Beto abre la puerta haciendo que Chiskis se dé el parón, subiéndose trusas y pantalones. Beto, que bueno que llegaste. Huye. Pos ¿qué chingados hacían, cabrones? Beto. Yo aún arrodillado ante la sillita de mamar. No nada, nada, se termina de abrochar. Le digo que tú y yo íbamos a tener sexo. Lo hacemos sándwich, le acerco mi paquete. No, Beto, dile que no, por favor, por favor. Pareciera que lo estoy violando. La cara de Beto refleja diversión y sorpresa, la leo y dice sin palabras ¿qué pedo con este wey? Nuevamente la hago de depredador y Chiskis termina de frente a beto y de espaldas a mí. Beto, porfavorporfavor. Ruega como niña, se erecta como pelado. Mis manos fajan a ambos, Chiskis se ha olvidado de resistirse.

Los pantalones bajan, las playeras suben, las erecciones asoman. La verdad Chiskis está bastante dotado y sabe lo que hace. Ha sentado a Beto y le pone su manjar en la boca, me tiene miedo. Se deja acariciar pero rehuye su culo desnudo de mi verga erecta. Le pide a Beto que se deje coger, los ojitos de aquel buscan los míos pidiendo permiso, pregunto si trae condón, dice que no. Beto se niega. Ni modo, le digo. Puro faje con los pantalones en los tobillos.

Se pone caliente, ellos dos se besan ahora de pie, y yo me restriego en sus pieles, toco nalgas, quito zapatos, sobo espaldas, saco pantalones, jalo cabellos, vuelan trusas, agarro vergas unidas y, ¿por qué no?, me hinco y mamo a ambos. Chiskis se está prendiendo y yo más. Tres pelados desnudos incluyendo a uno que dice que no es gay. Bendita liberación metrosexual. Me prenden tanto que finalmente logro ganarle la espalda a Chiskis y le doy un arrimón de aquellos que casi te penetran. Y ahí le salió lo chisquiado a Chiskis. “No mames, hijo de tu puta madre” La acción se detiene, un dedo me apunta, sus pupilas me odian. “No vuelvas a hacer eso porque te parto toda tu puta madre” El tiempo y la acción se detienen. Beto está con la boca abierta de lo brusco que Chiskis se la sacó. Pues nos la partimos, putito. Traigo la sangre y la verga calientes.

Silencio tenso.

Un “cógeme, we” proveniente de un Beto empinadito en la silla de mamar rompe el silencio y la tensión. Un empujón de la larga y delgada reata de Chiskis rompe ese culo. Empieza a coger violentamente, aquel nomás chilla. ¿Y qué? ¿Yo me quedaré como el chinito nomás milando? Madres, ese culo caliente que pompea me queda a la altura y si él fue brusco la va a pagar. Palo. Está ensartado y me raya la madre pero no hace por perder su dosis de placer en el falo menos en el culo. Sus movimientos me ahorran el jale. Los abrazo, los tiro, cogemos como desesperados, aprieta sabrosísimamente, se viene Beto, se viene Chiskis, siento como me aprieta la verga con su culo virgen. Me salgo y los baño en leche. No se mueven, respiran agitados. Me tiro sobre ellos. Leche, sudor y lágrimas porque esto se terminó.

El regreso en el coche es sólo silencio. Una mentada de madre su despedida. Una carcajada nuestra reacción. Este cuento su recuerdo.

Chiskis, donde quiera que estés: Que rico culo tienes.