Toalla


“Yo no me llamo Javier”

Los toreros muertos.



Nunca me ha gustado coger en un lugar que no sea el mío. Y tengo mis razones.


Estoy en la terraza de la casa de este mocosito. Me aseguró, como siempre, que su papá no regresaría. Y ahora el suegro está justo pasando la puerta platicando con su muchacho. Si se le ocurre abrir para que le dé el aire o algo parecido me encontrará cómodamente sentado en la mecedora de su terraza fumándome mi penúltimo cigarro. Espero que no.


Llegué hace cuestión de una hora, ciertamente papá no estaba, pero sí la hermana; Me miró sin sorpresa, supongo que es de esas hermanas buena onda que no hacen pedo si alguien viene a cogerse al hermanito. Mamá llegará dentro de hora y media y papá “nunca viene por las tardes”.


El niño es lindo, alto, pelo lacio, plática sosa, aunque en realidad vine a coger y no a platicar; su recámara está en la segunda planta, empieza inmediatamente a desnudarse sin decir más y me agrada ver su cuerpo lampiño y marcadito. Un guiño es la invitación a la regadera.


El faje se pone bien, incluye oral, besitos oscuros, pelea de lenguas, manos enjabonadas por todo el cuerpo. Decide, erecto, que es suficiente y que pasemos a su cama. Nos enjuagamos. Toma una toalla pero se la quito, le pido que no se seque. “Yo seré tu toalla” le digo y sonríe maliciosamente. Hace un calor del demonio y las gotas de agua retardarán el bochorno. Obedece.


Una cosa es rozar las pieles bajo una regadera y una muy diferente es tomar otro ser por toalla caliente; mi cuerpo sobre el suyo sintiendo todo: mi peso, mi humedad, mi calor, mi verga erecta, mi lengua en su boca, mis manos aprisionando fuerte su piel por donde pasan y sus ojos en blanco.


Mis dedos surcan su cabellera que aún chorrea agua, las sábanas se han mojado de agua y sudor, nos revolcamos, literalmente. Ya no aguanto, me lo quiero coger pero le daré el gusto de hacerme un oral. Se prende y nuestros cuerpos continúan húmedos. Se me ocurre algo y a base de empujones y estirones me hago entender.


Ha quedado bocarriba con su cabeza colgado en un costado de la cama, me pongo de pie y mi pene queda justo en su boca. Sabe qué hacer. Yo me agacho sobre su cuerpo y alcanzo a formar el número mágico, lo disfruta. Quiero quitarle una unidad, para ello lo tomo de las caderas y las elevo. Sigue mamando verga y ahora su culo me queda justo al alcance de mi lengua. Vaya pose. Yo de pie y él hecho un ovillo con las piernas al aire. Ataco y gime con la boca llena de placer. Este es casi el número mágico: el sesenta y ocho. Su culo limpio y recién lavado deja entrar la punta de mi lengua. Sus piernas se tensan. Creo que está listo.


Un giro y en cuatro. Huele delicioso y se ve mejor. Un encondonamiento veloz y una tarascada a la almohada. El agua ha desaparecido sustituida por gotas de sudor. En mi pecho, en su espalda. En mis palmas, en su cintura. Parece que le costó recibirme por completo pero una vez dentro se sabe mover. Pide cambio de pose, una, dos, de lado lo disfruta más.


He decidido recostarlo sobre mí y yo tendido en su cama boca arriba. Mis empujones lo elevan y finalmente le llega el turno de vaciarse. Sostengo mis caderas levantadas para ver su eyaculación mojarle el vientre. Sudor con leche. Sigo, y tan veloz como me lo puse me lo quito. Más semen en su cuerpo. Lo saborea tomándolo con sus dedos, me convida. No me agrada pero me vale. Va.


El letargo tras un éxtasis de esa especie es de lo más sabroso, casi tan sabroso como haberlo penetrado por primera vez. Sus ojos ponen atención a un auto estacionándose frente a su casa “Es papá”. La calma desaparece y apresuradamente me mete al baño “No hagas ruido, quédate detrás de la cortina, no hables, no digas nada” Los nervios a flor de prepucio. Me visto como puedo, es decir sin ropa interior, y escucho a papá tras la puerta. No sé de qué hablan pero me parece calmado y creo se quiere sentar en la cama, mocosito se lo impide. Baja por agua o algo así.


La puerta se abre rápido y se me indica la terraza, los consejos son: si puedes salta o brinca a la casa del vecino o bájate al pasillo y sales por ahí. Pendejaditas. He alucinado qué diré si papisuegro me encuentra cómodamente fumando mi, ahora, último cigarro. No sé, y prefiero ni preocuparme. Ya improvisaré algo sobre la marcha. Si pasa.


Diez minutos después de terminar mi cigarro escucho el auto marcharse. La puerta se abre y me invita a pasar. Empiezan las explicaciones que no me interesan y que interrumpo con un beso de lengua. Le recuerdo que ando todo sudado y sin ropa interior, se quedó en el piso y él la ocultó bajo la cama. Sonríe y se desnuda nuevamente. Segunda ducha, segunda cogida. De pie, sin miramientos y, por qué no decirlo, sin condón. Jódete putito pendejo por hacerme sudar frío. Coger de pie, enjabonado y con coraje, es delicioso. Mocosito está de acuerdo.


Nos vestimos, me despido con un beso tipo limpieza dental y suena un auto. Diferente “Es mamá”. ¡No otra vez! Pienso pero no hay necesidad de decirlo. Bajamos las escaleras, la señora me saluda como “Javier”, ni idea quien será ese, de cualquier manera le ayudo a bajar las bolsas de la despensa. Me agradece y hermanita sólo dice Bye con cara de envidia.


Mocosoito, a tu casa no regreso.


A mi casa sí regresó.



Curva de aprendizaje.


El mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores.

William Shakespeare.


Primera llamada: Faje desnudos.

Segunda llamada: Primer palo.

Tercera llamada: No me contesta.


Pues ya no le insistas. Son casi las cuatro de la mañana —sugiero.

No manches, venimos desde mi casa hasta el centro y luego para que se raje.

Vamos a un hotel.

Tengo ganas de estar en un trío. Deja le marco de nuevo.


Finalmente el tipo le contesta mi celular y nos da las indicaciones precisas para llegar a su depa. Ahí nos esperan, según él, el dueño del depa y su rumi. Los dos activos y yo activo, Aprendiz se va a sentir como supermercado: lleno de leche y carne. Aprende rápido. Un estudiante de prepa afecto al teatro ha decidido hacer su premier conmigo hace tres días. Ahora quiere aprender más. Vamos por un performance.


Depa de estudiantes foráneos: El anfitrión nos abre la puerta, nos inspecciona de arriba abajo, decide que somos inofensivos, o suficientemente cachondos, y nos deja entrar. Sala a media luz, pasamos por la puerta de un cuarto con un tipo en trusas dormido boca abajo y el piso profusamente decorado por latas de cervezas vacías. Uno o dos six.


Pasamos a la cocina y Rumi chateando en su portátil. Demasiado entretenido para prestarnos atención. Parece que no somos lo que esperaba. Tampoco él lo es, pero yo vine a coger. Anfitrión nos pasa al lugar de los lechos mientras comenta que nos ve demasiado “serios”, una mirada de complicidad nos hace dejarle con esa idea. Aprendiz se adueña de la cama y espera ser el centro de atención. Le ruega que se traiga a Rumi y que sea un mini gang band. Anfi se sonríe y empieza a cuestionar: Él dieciocho, yo el doble, le contesto, sí ya hemos cogido él y yo, apenas dos semanas de conocernos. Anfi se asombra y confiesa veintitrés, buen culo, pancita ligera, pelo rubio, acento chilango, asegura que yo me lo quiero coger pero que es activo. Yo sí le daba.


Finalmente se une Rumi, los cuatro estamos en calzones y los tres haciéndole los honores a Aprendiz. Los dejo actuar, Anfi le soba las piernas recostado a su lado y danzando con sus lenguas; Rumi hincado le muestra el bulto y admiro sus nalgas. Muy buen cuerpo, lástima que sea activo y que esté más interesado en el mocoso que en un hombre de verdad. Ya veremos. Ya agarraremos.


Esto va muy lento y yo en mi gustado papel de vouyerista. Suena el timbre de la casa, Rumi comenta “Ah chinga, yo pensé que no iba a venir”. A Aprendiz se le hace agua a la cola y le pide que lo una a la fiesta. Nos compactamos en trío. Mientras Anfi le soba el abdomen, le quita la trusa, le chupa los huevos, yo hago lo propio con él. Lo pongo en cuatro, el culito con vellitos rubios al aire y mi lengua lo hace gemir, al alcance tengo huevos y verga. Va. No creo que seas muy activo; tal vez de la cola. Voy a buscar mis condones que están en el pantalón a nivel de piso. En ese breve viaje veo el delicioso cuerpo de Aprendiz gozando de una lengua en el culo y sus piernitas en el aire. Como en el golf me dirijo al primer hoyo.


Muy buena perspectiva, un culo a la orilla de la cama, el dueño del culo empinado chupando otro, unas piernas elevadas dejan ver unos webitos carnosos y una verga bien proporcionada y erecta. Aprendiz en el cielo y yo… en un culo. Hole in one. He penetrado a Anfi y no ha hecho más pedo que un gemido. Me muevo lento y hasta el fondo. Activo, mis huevos. Las miradas que se pueden cruzar se cruzan, me ruega que no me coja al anfitrión y que vaya en su auxilio. Acepto quitándome el condón e hincándome sobre su pecho, su boca hambrienta saborea mi pene, apuesto que le sabe a piña. Ahora Aprendiz ya puede estar un poco más feliz. Mientras chupa verga le chupan el culo. Quiere más. Lo sé. Unos movimientos de cubo rubick nos dejan ahora con Anfi boca arriba tirando en la cama; Aprendiz en cuatro chupándole la verga, sí la tiene buena, también se la probé; Y yo de pie en la cama a punto de cogerme a Aprendiz. No sin darle una violada con mi lengua. Me sabe a que está calientísimo y listo para una arremetida. Me pongo en pie, visto condón nuevo y sin piedad se la dejo ir. Siento que le dolió y ese repentino levantamiento de cabeza acompañado de un gruñido me lo confirma. Me vale verga porque ya me tiene adentro. Me lo cojo duro por cachondo y la chupa cachondo porque la tiene al alcance de su boca.


Siento que Anfi está fuera del juego, poco prendido y más curioso de ver como me lo cojo a darle de comer verga a este niño. En una arremetida más, Aprendiz levanta la cabeza y libera por un instante el pene semiflácido de Anfi, lo dicho no trae ganas. Bueno, mi querido aprendiz, a repasar las lecciones. Lo cambio de pose, le clavo una almohada, lo penetro sin piedad. El vouyerista pasa a ser otro y me pregunta si la tiene toda adentro, me salgo la mitad y le muestro, empujo y contesto: Ahora sí. Se asombra, creo que nunca había estado en un trío. Y nos pensaba serios. Ja.


Sus pantorrillas en mis oídos me estorban para ver quién ha abierto la puerta. Mi cogido sí puede ver, sonríe lascivamente y les pide con un gesto y un gemido que se unan. Por fin volteo y en el vano de la puerta está Rumi con su visitante. Ambos se quedan viendo el espectáculo por un momento, no les veo la intención de unirse aunque si la excitación que les provoca ver. Vaya, pasar de vouyeur a objeto de observación se siente raro. Finalmente me olvido de ellos y sigo cogiendo con fuerza a Aprendiz. No me di cuenta de cuando se retiraron.


Los dos sudamos como amantes y cojemos como locos mientras Anfi sigue tirado a un lado queriendo revivir el pescadito muerto. Aprendiz me ruega que me venga en la entrada de su ano. Lo complazco y Anfi queda sorprendido y salpicado por la leche de Aprendiz. Mientras recuperamos el aliento y mi acompañante se limpia la leche con la almohada, Anfi nos explica sus pretextos: Llevo cinco palos en el día, ya ando cansado, mañana madrugo y blablabla. Nos vale verga. Cogimos como la primera vez. Nos vestimos, atravesamos la sala donde aburridamente platican Rumi y su visitante. Se lo perdieron. A ver si nos volvemos a ver. Sí , nosotros te hablamos.


¿Qué tal me porté hoy?

Clap. Clap. Clap. Vas aprendiendo —respondo.

Quería trío.

Yo también. No te preocupes, el sábado te llevo a la casita.

¿Y qué hay ahí?

Va a haber galerías. Muchas galerías.

Ya quiero ir.

Clap.