San Jemo, colonia elegante para alguien que dice querer venderse.
Última calle sobre la loma, casa de cochera triple (el resto son de cochera doble), un Stratus blanco a la puerta. Jura que los vecinos no dicen nada, que sus hermanos están en la escuela y sus padres no regresarán.
Cien pesos y dejo que me la mames, dijo. Pienso que el dinero es para decir que no lo hace por placer sino por negocio. Yo lo hago por caliente no por corruptor.
— Llegas, te estaciones frente a la casa con reja blanca, cruzas la calle a mi casa, entras a la cochera, subes los escalones, no toques, abres la puerta y yo te espero en la sala, estoy solo.
Lo que no aclaró fue que también estaba desnudo.
La sala es amplia, él está tendido sobre el sofá con una erección más que evidente, cierro la puerta. Se pasea por la sala completamente desnudo, se inclina sobre la mesa mostrado su trasero dispuesto y su lengua caliente. Pasos lentos, piernas lampiñas, caricias en glúteos, miradas lascivas. Erecto, yo, lo veo dirigirse a la escalera, se detiene, se agacha y separa las piernas, asoma su cabeza entre ellas y su lengua me lo dice todo, está listo y me pide que lo siga.
El trato fue hacerle un oral. Estamos en su recámara y él se para sobre la cama. Bueno, no hay queja ni nervios así que a disfrutar. La tiene bastante deliciosa en forma fondo tamaño y sabor. Está prendido y yo como llegué. Sólo a eso vine. Me acaricia la nuca, me acopla a sus movimientos, el billete valdrá la pena. Repentinamente me pide que me quite la ropa mientras desabotona la camisa. Acepto ya que no tengo nada que perder.
Fuera zapatos, abajo el pantalón bienvenida su mano sobre mi bulto. Ahora los dos estamos desnudos y ha decidido que yo merezco un trato similar. Se prende como mamífero bebé. Lo disfruto, aseguro que él también.
Repentinamente se detiene y me hace una proposición indecorosa: cógeme. Lo inesperado me sorprende ya que la idea de hacer un trato comercial me hace portarme honesto mientras le recuerdo que no traigo dinero más allá del oral. A lo que replica: No importa, me gusta mucho la forma de tu verga –da un chupón, prosigue– cabezona, gruesa de la base, curveadita para arriba –uno más–, la tienes bien rica. La quiero tener adentro.
La sorpresa no me deja pensar con claridad (es decir no me deja pensar en clavarme a este werkete caliente y ofrecido sin poner más excusas como...) pero no traigo condones. La respuesta tan simple como perversa: En el buró de mi papá vi unos, espérame. Y lo obedezco tirado desnudo en su cama con sábanas de Star Wars, su escritorio con su compu exhibe la estrella de la muerte de protector de pantalla. Libros de prepa. Las paredes salpicadas de afiches de películas, el cesto de basura repleto de papel higiénico usado para limpiar las huellas de su calentura o de sus negocios. Monitos de Star Wars, todo un fan. Regresa feliz.
Él manda: cógeme con los pies en tus hombros, sólo métela despacito. Al cliente lo que pida aunque eso debería decirlo él. O como diria Anakin: A veces debemos reservar el orgullo y hacer lo que se nos pide. Arturito le levanta las caderas, Darth Vader a su espalda se cerciora de guiarme al lado oscuro. Con mi espada láser profano el planeta Hot. Ha sentido la fuerza y me dice: Espérate, no me la saques pero no te muevas. Vamos, niño, mira que la fuerza me acompaña. Ya.
Ciertamente que la fuerza me acompaña, su cabeza empieza a rebotar en la cabecera, su piel clara, su abdomen plano y sus ojos casi en blanco me lo confirman. Lo goza y yo más. Me reclino sobre él, instintivamente me toma del cuello, me levanto y a él conmigo, me monta y le agarra el truco. Su lado oscuro me aprisiona y veo cerca la estrella de la muerte. Pregunto si él también. La repuesta me sorprende: Tú dale, yo nunca me vengo.
Pues conmigo no es así, pequeño padawan, conmigo o te vienes o te vienes. Nuevamente lo recuesto en la cama y empezamos un duelo de destinos que me hace tocar su próstata a cada empujón, masturbarlo con una mano y aprisionarle un pezón con la otra. Mi pulgar en su boca, su cabello lacio, sus gemiditos cachondos. Esas mejillas sonrojadas me dicen que no está demasiado lejos, tal vez un par de pársec y estará consumado.
La implosión de su ano contrasta con la explosión de su pene. Su leche le ha dibujado una vía láctea desde la barbilla hasta su pubis. Está feliz con cara de incrédulo. “Wow, nunca me había venido con nadie presente”. Supongo que eso significa “nunca me habían hecho venirme mientras me cogían”. Acepto el cumplido. A mi sable de luz se le han agotado las baterías, una eyaculación digna de todo un Sith llena el condón aunque me lo haya dejado con un poco de algo que se escribe muy parecido.
Se levanta a la velocidad de la luz, se seca con papel higiénico que va a parar a la cesta anteriormente mencionada, una playera aguada, un pantalón de mezclilla roto, unos sucios tenis grandes y un “tengo que ir por mi hermano al colegio” me apresuran a vestirme. Me acompaña a la puerta mientras enciende su auto.
Lo veo alejarse por el retrovisor.
Que la fuerza te acompañe.
Y a mí el billete de cien que jamás recordó pedirme.